La Fuente de las
nereidas de Lola Mora: nueva lectura de una vieja polémica
Georgina G. Gluzman
GLUZMAN, Georgina G.. La Fuente de las nereidas de Lola
Mora: nueva lectura de una vieja polémica. 19&20, Rio de Janeiro, v. X, n. 1, jan./jun. 2015. https://www.doi.org/10.52913/19e20.X1.11a [English]
* * *
1. La bibliografía sobre mujeres artistas en Argentina ha
estado dominada por la figura de la artista tucumana Lola Mora (1866-1936).[1]
En la literatura artística nacional la escultora ocupa un lugar singular. A
diferencia de otras artistas del período entresiglos,
su trayectoria ha sido recogida en la mayor parte de las historias generales
del arte argentino escritas desde 1922 hasta la actualidad. Además, Mora se ha
convertido en uno de los artistas - mujeres o varones - más profundamente
explorados por la historia del arte, existiendo al menos cinco monografías
sólidamente documentadas dedicadas a su vida.[2]
La fascinación despertada por su figura ha superado ampliamente los límites de
la disciplina y ha llegado a los territorios del cine, el teatro y la
literatura.
2. En su biografía de Mora, la periodista Moira Soto advirtió
de modo pionero que la historia de su auge y estrepitosa caída ha alimentado
una narrativa heroica, construida principalmente a partir de la década de 1930
cuando la prensa periódica se hizo eco de su situación económica y personal.[3]
Esta historia reaparecería en novelas y en el largometraje dedicado a su vida.[4]
Lo curioso es que también permearía investigaciones rigurosas y documentadas,
las cuales, a menudo, no logran escapar de la leyenda de Mora, repitiendo los
estereotipos. Como corolario de la cristalización de este relato, la escultora
aparece en las monografías dedicadas a ella como la única artista activa en el
período de entresiglos, desplazando a una
multiplicidad de artistas contemporáneas, casi completamente ausentes de la
literatura artística argentina.
3. A pesar de que la Fuente de las nereidas [Figura 1] constituye sin excepción el núcleo de todos
los estudios existentes sobre la escultora, los análisis se han centrado en la
recepción de la fuente y en su ubicación en el espacio urbano. En cambio, se ha
reflexionado poco en torno a los modelos que la artista podría haber
reinterpretado y a las relaciones de intertextualidad que la obra despliega,[5]
así como a las razones que puedan explicarlos. Frente a la ausencia de
documentos originales de la escultora, capaces de arrojar luz sobre estos
problemas, la bibliografía existente ha optado preferentemente por ignorar el
desafío de indagar en torno a las fuentes de la Fuente, a las
tradiciones artísticas con las que dialoga y a las innovaciones que presenta.
Se ha dejado de lado también el despliegue erudito de Mora, que se pondría
nuevamente de manifiesto en otras obras donde el repertorio de temas y motivos
clásicos sería central.
4. Nos proponemos analizar el cambio desde el primer boceto
de la Fuente hasta su configuración final, realizar un detallado
análisis iconográfico y formal - a fin de desenredar la madeja de alusiones que
la Fuente de las nereidas incluye -, y describir la especificidad del
tratamiento que Mora dio a un tema tradicional. Recuperar la Fuente de las
nereidas como un ejercicio de erudición supone explorar a Mora bajo una luz
no considerada hasta ahora sino marginalmente: su condición de artista culta,
formada en la llamada cuna del arte y su presentación al público de Buenos
Aires a través de una fuente que condensa una multiplicidad de citas
artísticas. De este modo, cobra un nuevo sentido el hecho de que la obra haya
sido ofrecida a la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires como
agradecimiento por la formación académica que Mora había recibido gracias a una
beca de perfeccionamiento financiada por el gobierno argentino.[6]
La propia tipología de la fuente tenía connotaciones precisas, tanto
geográficas como eruditas, ya que la fuente había sido un temprano motivo de
reflexión humanista desde el siglo XV.[7]
5. Este tipo de análisis está profundamente anclado en la
historia “tradicional” del arte. A partir de la década de 1980, ciertas
posiciones dentro de la historia feminista del arte han sostenido que esta
clase de estudios debe ser abandonada cuando se considera la obra de mujeres
artistas, señalando que sólo sirven para “lidiar con el trabajo de artistas
blancos y varones”.[8] Sin embargo, la aplicación de estas
herramientas es particularmente apropiada para el caso de Lola Mora, una
artista de sólida formación académica cuya trayectoria ha sido invisibilizada
más por la creación de una heroína que por el olvido y el silencio.
6. En el panorama de la literatura artística argentina Lola
Mora cumple una multiplicidad de roles. Ella es a la vez una mujer artista
pionera, una víctima de los cambios políticos de las primeras décadas del siglo
XX, una criatura fuertemente sexualizada y una auténtica patriota. Su estatuto
como artista es mucho menos claro y, a pesar de existir una profusión textual
sorprendente en torno a su figura, sus producciones no han sido estudiadas
desde un punto de vista que incorpore análisis formales e iconográficos
profundos, negados a ella precisamente por su carácter de mujer. En tal
sentido, seguimos a Ann Sutherland Harris en su conocido debate con Griselda
Pollock, sosteniendo que un modo posible de repensar a Mora reside precisamente
en la reflexión centrada en sus obras.[9]
7.
La Fuente
de las nereidas fue una de las piezas artísticas más celebradas del cambio
del siglo porteño. Se trata de una fuente ornamental exenta cuya pileta fue
trabajada en forma de valva [Figura 1]. En este espacio
se ubican grupos de rocas desde donde surgen tres figuras masculinas que
sujetan las riendas de tres hipocampos encabritados. Los agrupamientos rocosos
no se distribuyen de modo uniforme sino que enmarcan a Venus, estableciendo un
frente virtual de la fuente. En el basamento rocoso ubicado en el centro de la
pileta se ubican dos figuras femeninas cuyas piernas se convierten en flexibles
colas de pez, desvaneciendo la solidez del mármol. Estas figuraciones sostienen
una segunda valva, en uno de cuyos extremos se halla una representación de
Venus en una postura inestable. El borde de esta segunda taza presenta
irregularidades que originalmente permitían un elaborado juego de agua, hoy
completamente perdido.
8. Las noticias en torno a la fuente que Mora ofrecería a la
municipalidad de Buenos Aires comenzaron a circular en agosto de 1900, cuando
la escultora regresó a la ciudad tras haber viajado a Italia en 1897. La
mayoría de los autores consignan que Mora regalaría la obra a la ciudad, aunque
en las crónicas más tempranas se hable de una venta,[10]
que finalmente jamás se concretaría. Poco tiempo más tarde, la escultora
propuso la donación de la fuente, como manera de agradecer la posibilidad que
había tenido de formarse en Italia.
9. El regalo remitía de modo explícito a la educación
artística que Mora había recibido en Italia. La obra fue realizada casi en su
totalidad en Roma, con materiales que remitían también a una tradición
artística precisa: mármol de Carrara y travertino. Pero, por sobre todo, la
propia tipología elegida por Mora - quien luego no se mostraría interesada en
la realización de fuentes -, tenía connotaciones específicas. El desarrollo de
la tipología de la fuente había sido sumamente relevante en Italia.[11]
Por su parte, Roma era - y continúa siéndolo - celebrada como la ciudad por
excelencia de las fuentes.[12]
10. Un aspecto que no ha llamado la atención de los
especialistas es la existencia de dos bocetos sumamente diferentes para la Fuente
de las nereidas: uno que presenta el planteo ejecutado en la obra y otro
que se distancia formal e iconográficamente de la misma, donde la figura
central es Nereo [Figura 2].[13]
Nos inclinamos a pensar que esta propuesta antecede a la de Venus con las
nereidas. Esta variación - Venus en reemplazo de Nereo - sería una adaptación
del tema inicialmente propuesto por Mora a la Municipalidad, eliminando a Nereo
y dejando de lado la tradición de fuentes con deidades masculinas vinculadas al
agua.
11. El boceto de Nereo no ha sido objeto de análisis
minuciosos entre los biógrafos y estudiosos de Mora, tal vez porque las
imágenes que de él se tenían dificultaban la observación. Hemos hallado - en
una publicación italiana - una imagen cuya calidad permite un examen más
pormenorizado.[14] El corresponsal del diario La Nación
en Roma señalaba, refiriéndose a esta maquette,
que el “argumento de la obra es mitológico: más aun, constituye toda una
lección de mitología,”[15] destacando un aspecto de Mora
completamente silenciado en las incontables producciones escritas sobre su
vida: su carácter de artista erudita, reconocido por algunos de sus
contemporáneos. Este proyecto temprano presentaba al dios Nereo, antigua
divinidad marina,[16] circundado por sus hijas, las nereidas.
12. La composición piramidal de Mora era claramente deudora
de la tradición de fuentes italianas donde la figura dominante es Neptuno, dios
olímpico que reina sobre el mar, una tradición inaugurada por la Fuente de
Neptuno de Montorsoli, ejecutada entre 1551 y
1557, momento de auténtico renacimiento de la tipología de la fuente.[17]
Por otro lado, la figura de Nereo reposaría sobre un obelisco, ligando también
visualmente su obra con las fuentes romanas coronadas de este modo,
particularmente con la Fuente de los cuatro ríos de Bernini, cuyo
basamento de rocas también tenía un eco en la maquette
de Mora.
13. El articulista de La Nación señalaba que la fuente
con Nereo sería instalada en la Plaza de Mayo, en el sitio de la Pirámide de
Mayo, que sería trasladada. De este modo, la escultora, con fundamentos todavía
desconocidos en la actualidad, esperaba concretar el anhelo de una generación
de intelectuales y artistas que veían el modesto monumento revolucionario como
una “mezquina construcción de mampostería.”[18]
El boceto sería más temprano que el de las nereidas y podría situarse en el
momento cuando Mora planeó una fuente específicamente para la Plaza de Mayo. La
figura de una divinidad marina masculina, presente en muchas plazas italianas,
se prestaría a lecturas cívicas apropiadas para la ubicación de la obra. Nereo
era, según Hesíodo, un dios sincero y veraz, una descripción que se repite en
diversos autores antiguos.[19] Por lo tanto, era un personaje que se
adecuaba a la importancia y significado de la Plaza porteña.
14. Es posible pensar que, una vez descartada la idea de
ocupar el espacio de la Pirámide, Mora haya realizado otra propuesta, de tono
completamente diferente y que ya no sería tan adecuada para la Plaza de Mayo.
En cambio, se integraría al propósito de hacer más agradable el Paseo de Julio,
siguiendo el plan de embellecimiento de Buenos Aires. Aquí resulta central la
noción clásica del decorum. Como señala Ernst
Gombrich, lo decoroso es lo que resulta adecuado: hay temas apropiados para
determinados contextos.[20]
15. Desde la década de 1930 se ha sostenido que la fuente no
fue instalada en la Plaza de Mayo a causa de las figuras desnudas, destinándose
a un lugar considerado marginal, aunque no lo era. La reiterada historia del
abandono de la idea original de situar a la Fuente de las nereidas en la
Plaza de Mayo podría en realidad deberse a una confusión entre el doble
proyecto de Mora y no a los escandalosos desnudos de los que habla gran parte
de la bibliografía. Esta confusión ha efectivamente ocultado el conocimiento
que Mora poseía de la tradición de fuentes, ya que - mientras la figura de
Nereo sería adecuada para un espacio de la importancia simbólica de la Plaza de
Mayo - las fuentes con Venus tenían una larga historia como obras apropiadas
para jardines privados y más ampliamente lugares de otium.[21]
En efecto, Lomazzo en su Trattato
dell’arte de la pittura, scoltura et archittetura de
1584 detalla qué temas deben aparecer en fuentes, jardines, habitaciones,
lugares de esparcimiento e instrumentos musicales: historias de amores de
dioses, y de transformaciones de diosas y ninfas, episodios donde hay agua,
árboles y otras cosas alegres y placenteras.[22]
Es sumamente probable que Mora conociera estas ideas y que supiera que un tema
mitológico como el nacimiento de Venus no tenía cabida en un lugar de gran
importancia simbólica como la Plaza de Mayo.
16. En nuestra investigación hemerográfica sólo hemos hallado
un texto que condenara la fuente por cuestiones morales, siendo la situación
más grave por tratarse de la obra de una mujer. Sin embargo, aun este artículo
señalaba la conveniencia del sitio elegido para la fuente: “[c]olocada en una de nuestras plazas, como se pretendió en un
principio, hubiera sido más rozante en su desnudez, pero en el Paseo de Julio
en medio del césped verde y de los plátanos que la circundan, frente à los
diques, parece haber encontrado un fondo más natural.”[23] A
pesar de un cierto resquemor frente a los desnudos, aun este cronista reconocía
que el Paseo de Julio era un sitio adecuado para este tipo de obra.
17.
El
decoro, en el sentido de lo apropiado, también encontró expresión en el frente
virtual de la fuente. Pocos especialistas se han detenido a analizar el modo en
que los tres grupos inferiores enmarcan las figuras centrales, estableciendo un
eje de lectura claro. No es azaroso que, a pesar del tan repetido carácter recorrible de la fuente, la misma tenga una parte
posterior; se trata precisamente de la espalda de Venus.
18.
La
propuesta que tenía como tema a Nereo fue reemplazada por una idea distinta que
presentaba problemas particulares. Si bien la representación de Venus en
fuentes tiene tempranos antecedentes, éstos eran generalmente de una concepción
más simple que las elaboradas representaciones pictóricas existentes, a las que
hay que volver para justipreciar la obra de Mora.
19. A pesar de su sugerente nombre, el tema de la fuente de
Mora es Venus Anadiómena, es decir, Venus naciente
surgiendo del mar. El tema elegido por Mora tiene una larga historia en el arte
occidental y constituye dentro del arte académico un auténtico desafío, ya que
supone continuar la cadena de representaciones iniciada por Apeles.[24]
Su iconografía tiene múltiples fuentes, estudiadas de modo pionero por Aby Warburg.[25] El episodio del nacimiento de Venus ha
sido relatado tempranamente por Hesíodo,[26]
quien brinda pocos detalles del prodigio: Urano (Caelus)
fue castrado por Cronos (Saturno), quien arrojó los genitales al mar. En torno
a ellos surgió espuma de la cual nació Afrodita. El Himno a Afrodita presenta
un relato más complejo, donde se hace mención a las joyas con que las Horas la
adornaron.[27]
20. La fuente con Venus fue uno de los hallazgos más
duraderos de los artistas del siglo XVI. El “redescubrimiento” de la antigüedad
había renovado la tipología de modo decidido. Giovanni Paolo Lomazzo afirmaba que en el coronamiento de las fuentes
debía colocarse un “dios marino o ninfa que domine las aguas, agregando también
historias de los dioses del mar y de sus amores, como se ha visto en tantos.”[28]
Venus en el baño se convirtió en un tema amable para decorar espacios de paseo.
21. El tema del nacimiento de Venus estaba estrechamente
asociado al agua y por lo tanto resultaba apropiado para fuentes. Por otro
lado, tenía una larga tradición que comprendía tanto tratamientos relativamente
simples como Venus saliendo de una concha[29]
(un motivo evidentemente inspirado en terracotas antiguas)[30]
o tratamientos algo más elaborados con una figura femenina de pie rodeada de
atributos - representación sumamente persistente -, también vinculados a obras
de pequeño formato del mundo clásico.
22. El tema había sido tratado también de modo sumamente
complejo en las artes desde el siglo XV.[31]
En El triunfo de Galatea Rafael estableció un complejo cortejo de
criaturas, que incluía tritones e ictiocentauros,[32]
según el modelo de la Venus triumphans.[33]
Estas criaturas habían sido estudiadas de relieves clásicos por artistas como
Andrea Mantegna.[34]
Las iconografías de Venus, Anfitrite y Galatea se fueron acercando de modo
claro en el arte italiano del siglo XVI. La interpretación del nacimiento de
Venus que realizó Giorgio Vasari incluyó este amplio repertorio que se
convertiría en obligado para las interpretaciones posteriores: una multitud de
tritones, sirenas y nereidas que rodean a Venus.[35]
23. Venus también podía ser representada en su venera, no
sólo rodeada sino sostenida por tritones. Dicho modelo tenía claros referentes
clásicos.[36] El esquema probaría ser exitoso. Sin
embargo, existía otra variante del cortejo de Venus, también con importantes
antecedentes clásicos (por ejemplo en pinturas murales pompeyanas), donde el
cortejo era total o casi totalmente femenino. Ahora bien, las nereidas rara vez
soportaban el peso de Venus en la valva, algo que sucede sólo excepcionalmente
a través de los siglos.[37] En efecto, hemos analizado centenares de
imágenes disponibles en los catálogos digitales de diversos museos (British Museum, Metropolitan Museum of Art, Warburg Institute Iconographic Database, entre
otros), constatando su carácter inusual.
24. El título de la fuente de Mora destaca precisamente estas
dos figuras portantes que sostienen a la diosa. Si bien no se trata de una
invención de la escultora, la mayor parte de los modelos iba en contra de esta
interpretación. Las acompañantes femeninas de Venus rara vez exceden su rol de
decoración. Por eso, es una opción que merece ser analizada. Resulta posible
plantear la posibilidad de alguna intención feminista en esta obra. En efecto,
los contemporáneos de Mora la asociaron estrechamente al feminismo y las
propias feministas vieron en ella una mujer nueva.
25. Una caricatura de Caras y Caretas se burlaba de
las esculturas encargadas con ocasión del Centenario. En una viñeta se hacía
referencia a las poderosas figuras femeninas del grupo proyectado por Mora [Figura 3]. En ella, una mujer entrega con gesto solemne
una bandera a un soldado, asustado frente al avance, mientras una niña observa
este grupo. Se produce de este modo una ridiculización de la mujer con poder.
La caricatura se inserta en una larga serie de críticas visuales al feminismo,
cuyas promotoras abandonarían los deberes domésticos.[38]
26. El movimiento porteño de mujeres había demostrado un
interés marcado por los logros de Mora. Ya desde su regreso a Buenos Aires
atrajo el interés de las periodistas, entre las que se hallaba una anónima
articulista de La Columna del Hogar, quien la saludaba de este modo:
“[s]erá hoy la primera hija de este suelo, que se
dedique á la escultura, uno de los ramos más
difíciles, el que representa las más grandes y nobles cosas, divinidades,
emblemas de elevado sentido, la imagen de los héroes, monumentos
conmemorativos, estátuas y bellezas célebres”.[39]
Existió, además, una contracara feminista al banquete ofrecido a la escultora
en el Club del Progreso, evento que atrajo a todos los biógrafos de Mora sin
excepción.[40] Se trata del poco conocido té que las
universitarias argentinas ofrecieron a la escultora. La foto de Mora, rodeada
por feministas de la notoriedad de Cecilia Grierson, recupera una faceta oculta
del impacto de su figura [Figura 4].[41]
27. Mora no sólo fue asociada al feminismo por ser una mujer
nueva. La caricatura de Caras y Caretas que hemos visto se burlaba de
las poderosas figuras femeninas de sus grupos escultóricos. En efecto, las
imágenes femeninas de Mora se caracterizaban por su brío. Leopoldo Lugones
advirtió tempranamente la intención de Mora de separar, en la Fuente, un
mundo masculino de hipocampos y luchas de un mundo femenino de gracia y
triunfo.[42] Sus imágenes femeninas se harían
crecientemente poderosas. Inaugurada en Tucumán en 1904, la figura de la
Libertad, con su “elegante impulso […] que fija la mirada en el porvenir”, era
una de estas obras [Figura 5].[43]
28. Si bien la hipótesis de vincular estas activas figuras
femeninas con el topos del progreso femenino - omnipresente en la Buenos
Aires finisecular - puede resultar osada, a partir del análisis de sus
características es posible descartar la vinculación directa de estas
representaciones con las enfermizas sirenas y otras criaturas fantásticas de la
imaginación fin-de-siècle, con las que se las
ha relacionado [Figura 6].[44]
El aspecto pasivo o mortalmente peligroso de estas figuraciones, que Dijkstra
considera una iconografía de la misoginia,[45]
contrasta con el vigor de las nereidas de Mora, sonrientes y fuertes.
29. Por otro lado, las nereidas, que aun en la maquette de Nereo daban nombre a la obra,
poseen las curiosas extremidades presentes en la fuente terminada, como se
deduce de la fluida línea que éstas describen. Esta curiosa representación
llamó poderosamente la atención de ciertos contemporáneos. Justo Solsona señaló
que “[s]e ha censurado que las sirenas se salgan de la leyenda, siendo
perfectas mujeres hasta medio muslo, de donde empiezan las escamas, terminando
las piernas en dos curvas colas [...] y no hasta la cintura solamente, como nos
las pintan los dibujos antiguos.”[46] En efecto, Mora no se ha apoyado en la
caracterización estrictamente clásica de las nereidas. Estas figuras
mitológicas no eran híbridas y eran representadas simplemente como mujeres.[47]
30. ¿De dónde provienen las tritonas
de Mora? Aunque no dotadas de una mitología precisa, las tritonas
así como las familias de tritones aparecen en el arte griego, etrusco y romano.[48]
Además, las mujeres-pez constituyen uno de los elementos más repetidos en la
tradición italiana de fuentes desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Sin
embargo, Mora invierte los términos de este esquema, colocando aquello que
ocupaba un lugar marginal en el boceto de Nereo en el centro de su fuente,
convirtiendo lo decorativo en significativo. Existe un juego que torna
enigmático el título de la obra. Curiosamente la retórica clásica habilitaba
este juego mediante el tropo de la metonimia.
31. La thiasos marina es la
representación de un grupo de criaturas marinas: tritones, nereidas y animales
fantásticos.[49] Su ejemplo antiguo más famoso es el
conjunto de Escopas - hoy perdido -, conocido por la descripción de Plinio.
Allí figuraban “el propio Neptuno y Tetis y Aquiles, las nereidas sobre
delfines y peces así como hipocampos y también tritones y el coro de Forcis y monstruos marinos y muchas otras criaturas del
mar, todo de su propia mano, una obra brillante.”[50]
Este alegre grupo se integró desde el siglo XVI a las representaciones del
nacimiento de Venus. Sin embargo, el esquema de Mora introduce una diferencia
importante. Como ya advirtió Lugones, la obra ha sido dividida en dos partes
claramente diversas: una masculina en la base y una femenina en la parte
superior. Esta fuente erudita, destinada a impresionar por el rango de
relaciones de intertextualidad desplegado, encuentra sus referentes en diversos
momentos de la historia del arte.
32. La figura de Venus llamó la atención de los cronistas
inclusive antes de la inauguración de la fuente. En efecto, fue exhibida
durante la única ocasión en que Mora expuso junto a artistas contemporáneos. Su
postura inestable se distancia de las representaciones usuales del tema. En
rigor, remite a la iconografía de Venus en el baño, algo impúdica iconografía
clásica sujeta a múltiples reelaboraciones posteriores, desde la tradición de
pequeñas esculturas helenísticas,[51] que Mora puede haber conocido durante su
formación con Constantino Barbella, especialista en
estatuillas.[52] Pero sobre todo existe un grupo de
ejemplos manieristas, tanto en pintura como en escultura,[53]
cuyas formas inestables resultaron de enorme gravitación para Mora.
33. El universo de referencia de la base de la fuente es
otro: hay una estrecha relación con los hipocampos y tritones de la Fontana
di Trevi, indudablemente la fuente más célebre de Roma. Más ampliamente los
caballos marinos encabritados aspiraban a insertarse en la tradición de la
escultura ecuestre. Además el ojo experto al que apelaba Mora reconocía en las
veneras de su obra referencias a otras fuentes de Roma.[54]
Nuestra percepción actual de la fuente dista mucho de la concepción original de
la artista. En efecto, la composición entera era dinamizada por el agua,
siguiendo el modelo establecido por Bernini, particularmente en la Fuente
del Tritón. Por otro lado, las figuras masculinas brindaron a Mora
oportunidad de poner de manifiesto otro de sus talentos: la retratística. En
efecto, según diversas fuentes, los tres rostros serían retratos de
distinguidos jóvenes que habrían posado para ella en Roma.
34. Los contemporáneos de Mora reconocieron ampliamente su
voluntad de presentarse como artista erudita. Leopoldo Lugones, quien se sumó a
la discusión en torno a la anatomía de las nereidas, lo resumió de este modo:
“[l]a tradición clásica abonaba pues la libertad de la fantasía.” De este modo,
y a pesar de no hallar satisfactoria la resolución de las colas de pez de las
nereidas, Lugones reconocía que la artista poseía un acabado conocimiento
iconográfico. En suma, que era una artista académica, no en un sentido
peyorativo (lo perimido, lo gastado) sino erudito.[55]
Hubo quienes no comprendieron el despliegue de Mora: la revista Letras y
Colores señaló la reminiscencia de obras contempladas en el viejo mundo y
la ausencia de una nota plenamente original entre los defectos más salientes de
la fuente.[56]
35. También Eduardo Schiaffino - su opositor en el seno de la
comisión del monumento dedicado a la memoria de Aristóbulo del Valle - encontró
en esas referencias clásicas el defecto fundamental de la fuente. En un relato
de las discusiones en torno a la elección de Mora, Schiaffino recordaba “que la
composición de la fuente sin originalidad alguna, y la ejecución banal de sus
mitologías, indicaban claramente que la autora no se hallaba preparada para
interpretar la elevada personalidad de Aristóbulo del Valle.”[57]
36.
La Fuente
de las nereidas, obra de singular importancia en la cultura visual
argentina, se presenta como un ingenioso despliegue de erudición, una auténtica
máquina de sentido. A pesar de su centralidad en la trayectoria de Mora y de su
popularidad, las alternativas de los dos proyectos conocidos, que colocan en un
lugar central la formación de Mora, así como las múltiples referencias de la
fuente han permanecido parcialmente veladas. Su singular iconografía de Venus
sostenida por asistentes femeninas podría leerse como un comentario sobre la
nueva mujer, cuyas representaciones visuales abarcaron temas tan disímiles como
la mitología o las heroínas del pasado.
37.
Las
múltiples relaciones de intertextualidad articuladas por Mora conforman su
regalo-presentación, un intencionado objeto artístico cuyas bellas formas
siguen atrayendo a quienes pasean por la Costanera Sur. Lejos de ser un
sacrificio más de la artista patriota por excelencia - absolutamente entregada
a su nación -, Mora buscó mostrar las tradiciones artísticas que había
absorbido y su singular libertad a la hora de combinarlas. Como señaló Pingeot, la escultura del siglo XIX se caracterizó por la
reelaboración de motivos históricos en nuevas configuraciones, con un grado de
libertad sorprendente, similar al que Mora disfrutó en sus años de mayor
fortuna. Su inventiva logró transformar una obra plena de referencias clásicas
en una exhibición feminista de mujeres triunfantes, a través de desvíos sutiles.
Si hemos reconstruido las fuentes de la Fuente fue para mostrar que las
variaciones de Mora pueden leerse como elaborados comentarios visuales.
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Art. New York: Cambridge University Press, 2008.
VALERO, Luis; EUGENIO, Martín de; MÁRQUEZ, Vicenta María.
Simbología y diseño de la heráldica gentilicia galaica. Madrid: Hildalguía, 2003.
WARBURG, Aby. The Renewal of Pagan Antiquity: Contributions to the Cultural History of the European Renaissance. Los Angeles: Getty Research Institute for the History of Art and the Humanities, 1999.
Los banquetes al Dr. Quirno
Costa y Lola Mora, Caras y Caretas, año VI, núm. 248, 4 de julio de
1903.
Ornato de Buenos. La fuente de Lola Mora. Adquirida por
la Municipalidad, El Diario, 22 de marzo de 1902.
Una donna che scolpisce statue monumentali. Lola Mora, Il
Secolo XX, año 5, 1906.
Crónica. La Columna del Hogar, año II, núm. 66, 15
de agosto de 1900.
La fuente de Lola Mora. Una ficción mitológica, La
Nación, 23 de abril de 1901.
La estatua de la libertad. Su inauguración en Tucumán. La
Nación, 25 de septiembre de 1904.
La Prensa, 20 de
octubre de 1883.
La fuente de Lola Mora. La Prensa, 16 de
septiembre de 1900.
La fuente de Lola Mora. Letras y Colores, año I,
núm. 3, 15 de junio de 1903.
_________________________
[1] Escultora y pintora.
Comenzó su educación en el Colegio Sarmiento, donde recibió clases de dibujo.
Tras la muerte de sus padres en 1885, comenzó sus estudios de pintura bajo la
guía de Santiago Falcucci (1856-1922), maestro
italiano llegado a Tucumán en 1887 y autor de uno de los primeros bosquejos
biográficos de Mora. Entre 1897 y 1900 residió en Italia gracias a una beca
gestionada por influyentes políticos. A su regreso, obtuvo importantes encargos
oficiales y privados en Buenos Aires, Rosario y Tucumán. Tras un acotado
período de intensa actividad, entre 1900 y 1907, la carrera de Mora sufrió
reveses inesperados. En los últimos años de su vida trabajó en el norte del
país. Murió en Buenos Aires tras el fracaso de proyectos vinculados al cine y
la minería.
[2] CORREA, Elena. Lola
Mora. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981; CORSANI,
Patricia. Lola Mora. El poder del mármol. Buenos Aires, Vestales, 2009;
HAEDO, Oscar Félix. Lola Mora. Vida y obra de la primera escultora
argentina. Buenos Aires: Eudeba, 1974; PÁEZ DE LA TORRE, Carlos; TERÁN, Celia. Lola
Mora. Una biografía. Buenos Aires, Planeta, 1997; SOTO, Moira. Lola Mora.
Buenos Aires, Planeta, 1992. A estas obras debe agregarse el catálogo de la
muestra curada por Pablo Mariano Solá en el Espaciomultiarte.
SOLÁ, Pablo Mariano. Por amor al arte. Buenos Aires: Espaciomultiarte,
2007.
[3] SOTO, op.
cit., pp. 91-109. La periodista se propuso en su libro “quitar algunas capas de
un mito”. Ibidem, p. 15. Su contribución a la bibliografía de la artista se
diferencia netamente de las restantes monografías, constituyendo una obra
excepcional en el análisis de la configuración de Mora como una heroína
artística.
[4] Existen al menos cuatro
novelas dedicadas a la vida Mora: CROUZEL, Elena, S; SANTORO, Liliana Elena;
SANTORO, Tito. Lola Mora
(1867-1936). Buenos Aires: Ameriberia,
1980; GIOVANNI, Neria de. Lola Mora l’Argentina di Roma. Roma: Edizioni
Nemapress, 2010; PATARCA, Amanda. El convite de la Mora. Buenos Aires:
Lumen, 2002; ROJAS, Pablo. Mármoles bajo la lluvia. Buenos Aires:
Losada, 1954. Tanto la obra de Rojas Paz como aquella de Elena Crouzel, Liliana y Tito Santoro han sido citadas por
investigaciones intensamente documentadas, atribuyéndoles un rigor del que
carecen y contribuyendo a la repetición de ciertos elementos de la leyenda de
Mora. Además de haberle sido dedicados numerosos documentales, Mora es también
la protagonista de un largometraje de ficción: Lola Mora (Javier Torre,
1996). Estaba planeado realizar un largometraje, titulado Lola Mora, una
vida fascinante, basado en la novela de los Santoro y producida por Toto
Rey. Agradecemos a la Dra. Geraldine Gluzman su
valiosa ayuda en la traducción del texto de Neria De Giovanni.
[5] Haedo dedicó varias
páginas a la discusión en torno a los antecedentes iconográficos de la fuente.
El periodista y crítico se refirió de modo pionero a la sensibilidad feminista
de Mora. HAEDO, 1974, op. cit., pp. 22-27 y 37. Véase
también HAEDO, Óscar Félix. Las fuentes porteñas. Buenos Aires,
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1978, pp. 30-33.
[6] Sobre los pormenores del otorgamiento
véase PAÉZ DE LA TORRE, op. cit.,
pp. 33-35.
[7] Al respecto véase BLAIR,
Elisabeth. Fountains, Statues,
and Flowers. Studies in
Italian Gardens of the Sixteenth and Seventeenth Centuries. Washington
D.C., Dumbarton Oaks Research
Library and Collection, 1994.
[8] POLLOCK, Griselda. Differencing the Canon. Feminist Desire and theWriting
of Art’s Histories.
London y New York: Routledge, 1999, p. 102.
[9] HARRIS, Ann Sutherland. Letter to the Editor. In:
ROBINSON, Hilary (ed.).Visibly Female. Feminism and Art Today. London: Camden Press,
1987, p. 226.
[10] Por ejemplo, un texto se
refirió a la fuente que la municipalidad porteña adquiriría. Una artista
argentina, Caras y Caretas, 18 de agosto de 1900, año III, núm. 98, s.
p. Sólo Páez de la Torre y Terán se detienen brevísimamente en este punto. op. cit., p. 64. Pronto, sin embargo, Mora cambiaría
su modo de inserción y ofrecería la fuente como regalo. La fuente de Lola Mora.
La Prensa, 16 de septiembre de 1900. Cit. En HAEDO, 1978, op. cit., p. 32.
[11] La fuente se constituye
como forma artística independiente en Florencia hacia mediados del siglo XVI.
Véase POPE-HENNESSY, John. Italian High Renaissance & Baroque Sculpture. London: Phaidon Press, 2000.
[12] PULVERS,
Marvin. Roman Fountains.
2000 Fountains in Rome. A Complete Collection. Roma: “L’erma” di Bretschneider, 2002.
[13] Véase Una artista
argentina, Caras y Caretas, año III, núm. 98, 18 de agosto de 1900, s.
p. y Ornato de Buenos. La fuente de Lola Mora. Adquirida por la Municipalidad, El
Diario, 22 de marzo de 1902, p. 1.
[14] Una donna
che scolpisce statue monumentali. Lola Mora, Il
Secolo XX, año 5, 1906, p. 594.
[15] La fuente de Lola Mora.
Una ficción mitológica, La Nación, 23 de abril de 1901, p. 3.
[16] GRIMAL, Pierre. Diccionario
de mitología griega y romana. Buenos Aires, Paidós, 2004, p. 377.
[17] ELVIRA, Miguel Ángel.
Arte y mito. Manual de iconografía clásica. Madrid, Sílex, 2008, p. 131.
[18] La Prensa, 20 de octubre de 1883. Citado por Julio E. Payró, Prilidiano Pueyrredón,
Joseph Dubourdieu, la Pirámide de Mayo y la Catedral
de Buenos Aires, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de
Filosofía y Letras, 1971, p. 88.
[19] Hesíodo, Teogonía,
233-239. Ver también ELVIRA, op. cit., pp. 127-128.
[20] Ernst Gombrich, Objetivos
y límites de la iconología. In: WOODFIELD, Richard (ed.). Gombrich esencial.
Madrid: Debate, 1997, pp. 464-465.
[21] Algunos ejemplos son Giambologna (Fuente de Venus, circa 1570,
mármol, Jardines Boboli, Florencia) y Giovanni Paolo Schor y Carlo Rainaldi (Fuente
del baño de Venus, circa 1690, mármol, Palazzo Borghese, Roma).
[22] LOMAZZO, Giovanni Paolo. Trattato dell’arte della pittura, scultura ed architettura.
Divisso in settelibri.
Tomo II. Roma: Presso Saverio
del-Monte, p. 191.
[23] La fuente de Lola Mora.
Su inauguración. El Pueblo, 22 de mayo de 1903, p. 1.
[24] Plinio el Viejo. Historia
natural, XXXV.36.
[25] WARBURG,
Aby. Sandro Botticelli’s Birth
of Venus and Spring. An Examination of Concepts of Antiquity
in the Italian Early Renaissance. In: The Renewal of Pagan Antiquity: Contributions to the Cultural History of the European Renaissance. Los Angeles: Getty Research Institute for the History of Art and the Humanities, 1999, pp. 90-111.
[26] Hesíodo, Teogonía,
pp. 154-206.
[27] Himno homérico IV a
Afrodita, pp. 1-20.
[28] LOMAZZO, op.cit., p. 364.
[29] Algunos ejemplos son
Heinrich Keller (El nacimiento de Venus, circa 1799, 102,9 x
129,5 cm, Philadelphia Museum
of Art) y F. Finelli (Venus
dentro de una concha, circa 1900, mármol, colección particular).
[30] Arte helenístico, Venus Anadiómena, siglos III-II a.C., terracota, 25,9 cm, British
Museum, Londres.
[31] GOMBRICH, Ernst. H.
Botticelli’s Mythologies: A
Study in the Neoplatonic Symbolism of His
Circle. Journal of theWarburg and Courtauld Institutes, vol. 8,
1945, pp. 7-60.
[32] Rafael, El triunfo de
Galatea, circa 1513, fresco, Villa Farnesina,
Roma.
[33] Una de las primeras
apariciones de este tipo se halla en las Metamorfosis de Apuleyo, donde
se detalla - entre otros hechos - que las nereidas cantaron tras el nacimiento
de la diosa. Sobre este topos véase TAYLOR, Rabun.
The Moral Mirror of Roman Art. New York, Cambridge University
Press, 2008, pp. 40-47.
[34] Andrea Mantegna, Batalla de dioses marinos, circa
1475, grabado a punta seca, 28,3 x 82,6 cm, Chatsworth House, Chatsworth.
[35] Giorgio Vasari, El
nacimiento de Venus, 1556-1559, fresco, Quartiere
degli Elementi, Palazzo
Vecchio, Florencia.
[36] Por ejemplo, Venus Anadiómena, relieve, Museo de Aphrodisias,
Turquía y Cofre de Projecta, circa 380,
plata repujada, 27,9 x 54,9 cm, British Museum,
Londres.
[37] Por otro lado, en la
heráldica las sirenas eran un elemento común. A menudo sostenían elementos como
blasones. VALERO, Luis; EUGENIO, Martín de; MÁRQUEZ, Vicenta María. Simbología
y diseño de la heráldica gentilicia galaica. Madrid, Hildalguía,
2003, pp. 210-211.
[38] GARB, Tamar. Sisters of the Brush.
Women`s Artistic Culture in
Late Nineteenth-Century Paris. New Haven, Conn., and London: Yale University
Press, 1994, pp. 117-119. Estas imágenes también
abundaron en nuestro medio, particularmente en la revista Mundo Argentino.
Véase, por ejemplo, Feminismo, Mundo Argentino, 11 de diciembre de 1912,
año II, núm. 101, s. p.
[39] Crónica, La Columna
del Hogar, año II, núm. 66, 15 de agosto de 1900, p. 356.
[40] Leandro Losada señala que
el Club del Progreso no fue un ámbito masculino excluyente y que aceptó
esporádicamente a socias. LOSADA, Leandro. La alta sociedad en la Buenos
Aires de la Belle Époque: sociabilidad, estilo de vida e identidades.
Buenos Aires, Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2008, p. 182.
[41] Los banquetes al Dr. Quirno Costa y Lola Mora, Caras y Caretas, año VI,
núm. 248, 4 de julio de 1903, s. p.
[42] LUGONES, Leopoldo. La
fuente de Lola Mora, Tribuna, 27 de mayo de 1903, p. 2. Reproducido en
MALOSETTI COSTA, Laura. Cuadros de viaje. Artistas argentinos en Europa y
Estados Unidos (1880-1910). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2008,
pp. 290-295.
[43] La estatua de la libertad.
Su inauguración en Tucumán. La Nación, 25 de septiembre de 1904, p. 7.
[44] Esta hipótesis ha sido
sugerida por CORSANI, op. cit., p. 83. Sobre estas
imágenes véase DIJKSTRA, Bram. Ídolos de perversidad. La imagen de la mujer
en la cultura de fin de siglo. Madrid, Debate, 1994.
[45] Ibidem, p. viii.
[46] SOLSONA, Justo. República
Argentina. Buenos Aires. Lola Mora. La Ilustración Artística, año XXII,
núm. 1138, 19 de octubre de 1903, p. 686.
[47] BARRINGER, Judith M. Divine
Escorts. Nereids in Archaic and Classical Greek Art. Ann Arbor, The University
of Michigan Press, 1995, p.
8.
[48] ELVIRA,
op. cit., p. 136.
[49] BARRINGER, op. cit., p. 141.
[50] Plinio, Historia
natural, XXXVI.4
[51] Arte helenístico,
estatuilla de Afrodita, siglos III - II A.C, terracota, 25,9 cm, Metropolitan Museum of Art, Nueva York.
[52] PÁEZ DE LA TORRE, op. cit., p. 44.
[53] Algunos ejemplos son la
obra de la Escuela de Fontainebleau (El baño de Venus, circa
1550, óleo sobre tela, 97 x 126 cm, Musée du Louvre,
París) y de Giambologna (Venus, 1571-1573,
mármol, 114,9 cm, Getty Museum, Los Angeles. Pieza destinada a una fuente).
[54] Giovanni Lorenzo
Bernini, Fuente del Tritón, 1624-1643, travertino, Piazza Barberini,
Roma; Filippo Bai y Francesco Moratti, Fuente de
los tritones, 1717, mármol y travertino, Piazza della
Bocca della Verità, Roma.
[55] Con frecuencia se ha
calificado a Mora de “artista académica”, reacia a abrazar la modernidad
escultórica. Como sucede con el resto de los artistas de la generación del 80,
“sus elecciones resultan de una toma de posición respecto de las problemáticas
del arte, la política y la sociedad en el medio al que pertenecían”. MALOSETTI
COSTA, Laura. Los primeros modernos.
Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica,2001, p. 24.
[56] La fuente de Lola Mora. Letras
y Colores. Año I, núm. 3, 15 de junio de 1903, s. p.
[57] Eduardo Schiaffino,
Fracaso del Monumento al Doctor del Valle. Antecedentes, circa 1907
(Archivo Eduardo Schiaffino, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Legajo
16).