El ingreso de mujeres a las academias de
arte de Brasil y México: un panorama comparativo
Ursula Tania Estrada López
LÓPEZ,
Ursula Tania Estrada. El ingreso de mujeres a las academias de arte
de Brasil y México: un panorama comparativo. 19&20, Rio de Janeiro, v. X, n. 2, jul./dez. 2015. https://www.doi.org/10.52913/19e20.X2.11a
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1. El ingreso de mujeres como alumnas regulares a las
academias de arte implicó un proceso largo, en el que intervinieron distintos
momentos de acceso a éstas: desde los avances en las legislaciones que
permitían a las mujeres asistir a instituciones de educación superior, hasta su
aceptación como alumnas regulares en las mismas. Esto último también implicó
que las alumnas comenzaran a participar de los mecanismos de reconocimiento
dentro de las academias, tales como la participación en exposiciones y concursos
anuales para alumnos, la obtención de pensiones y las becas de viaje para
estudios en Europa, así como los debates en torno a su asistencia a los cursos
de dibujo del desnudo. Otros momentos relevantes dentro de este proceso son la
recepción crítica de la obra producida por las alumnas y la circulación de su
producción en el mercado del arte, así como su desempeño profesional. Aun
cuando existen procesos y problemáticas similares en los casos de distintos
países de Europa y América, cada país y cada región tuvo sus particularidades.
En este trabajo presentaré un panorama comparativo entre los casos de la
Escuela Nacional de Bellas Artes de México (ENBA, antes de 1867 Academia de San
Carlos), y la Escola Nacional de Belas Artes de
Brasil (Enba, antes de 1890 Academia Imperial de
Bellas Artes).[1]
2.
Para
ello, me concentraré en los temas del ingreso de las primeras alumnas, los
espacios que se crean específicamente para ellas dentro de las academias y el
acceso a los cursos de dibujo del desnudo.
El panorama
3. Tanto en Brasil como en México, el ingreso de mujeres
a la academia se llevó a cabo sin necesidad de que un grupo de artistas tuviera
que realizar una lucha ardua para que fueran admitidas como alumnas, como
sucedió por ejemplo en Francia. Asimismo, en el caso de los dos países
latinoamericanos, la admisión de las primeras mujeres a las academias se da
antes que en otros países europeos, como Alemania o la misma Francia: mientras
que en Francia son admitidas como alumnas regulares a partir de 1900 y en
Alemania comienzan a ser aceptadas a partir de 1914,[2]
en México las primeras alumnas comienzan a asistir a la ENBA en 1888, y cuatro
años después, en 1892, ingresan las primera alumnas a la Enba
en Brasil. Sin embargo, al igual que en otros países, el acceso que las alumnas
tuvieron a la educación en las academias mexicana y brasileña tuvo limitantes.
Uno de los ejemplos más claros es el acceso a
las clases de dibujo del desnudo y la restricción consecuente para producir
obra de género histórico, viéndose constreñidas a producir en géneros
considerados como menores por varios años.
4.
Existieron
varias diferencias en las historias de admisión de mujeres a la academia entre
ambos países: mientras que en el caso de Brasil ésta se vio obstaculizada por
las exigencias académicas que la Enba estableció para
aprobar el ingreso de alumnos regulares, en un contexto donde el
desarrollo de la educación primaria y secundaria para mujeres era precario, en
el caso de México el ingreso se dio en un contexto en el que el impulso a la
educación secundaria y superior de las mujeres había comenzado a ser propicio,
lo cual no estuvo carente de limitaciones sobre las profesiones y oficios que
se consideraban apropiados para éstas, pero que sin embargo pudo haber
facilitado el ingreso de mujeres como alumnas regulares a la ENBA. A pesar de
esto, es en Brasil en donde las mujeres conquistan logros artísticos de manera
más temprana que en México: en 1897 Julieta de França es admitida por primera vez a una clase de
dibujo del natural, y para principios del siglo XX el dibujo del desnudo
comienza a ser una práctica común para las alumnas. Mientras tanto en México
aún durante la primera década del siglo XX se seguía discutiendo la
participación de las alumnas en la clase de dibujo del desnudo, siendo ya en
esa década la misma ENBA la que comenzara a ejercer presión para que las
alumnas asistieran a ella, al tiempo que tanto éstas como sus familias se
mostraban reticentes. Otro de los logros académicos que las brasileñas alcanzan
de manera más temprana que las discípulas mexicanas fue el de ganar el premio
de viaje de estudios a Europa: mientras que en Brasil Julieta de França lo obtiene en 1900, en México es ofrecido a Otilia Rodríguez en 1904, quien lo rechazó por haber contraído
matrimonio ese mismo año.
Las primeras alumnas
5. En el caso de México, la primera alumna de quien se
tiene conocimiento ingresa a la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1888, Dolores Soto. La primera noticia que se tiene de ella es una
mención en el periódico El Partido
Liberal, en el cual se publica un artículo llamado “Una pintora mexicana”
el 21 de junio de ese año.[3] En él se relata una visita a la Escuela,
en la que inesperadamente los visitantes encuentran a una “bella joven
manejando con gran soltura el pincel”, quien “ha sido la primera que ha
trabajado admirablemente en la Academia de San Carlos”. [4]
6. Aún cuando no se ha encontrado información sobre los
sucesos, problemáticas y/o negociaciones que permitieron que Soto se
convirtiera en la primera alumna de la ENBA, una cita del mismo artículo nos
hace pensar que existía un interés por parte de su autor en alentar a otras
mujeres a seguir sus pasos: “Perdónenos la modesta joven, pero no hemos podido
resistir el deseo de estampar su nombre. A la mujer mexicana le conviene
conocerlo para que le sirva de estímulo.”[5] A este respecto, es importante considerar
que ya desde las reformas borbónicas en la Nueva España y con mayor fuerza
durante la independencia, tanto el estado mexicano como algunos grupos de la
sociedad mexicana comenzaron a preocuparse por la educación de la mujer y por
su participación en la construcción de una nueva nación, comenzando a promover
instituciones que la formaran para ello. Los avances más significativos se dan
durante la segunda mitad del siglo XIX, en particular a partir de la
promulgación de la Ley de Instrucción Pública para el Distrito Federal y
Territorios de 1867, la cual establece la creación de una Escuela Secundaria
para Personas del Sexo Femenino.[6] De acuerdo con Lourdes Alvarado, la
primera Escuela Secundaria para mujeres se abre en 1869 en la Ciudad de México,
y tenía la función de formar no sólo mujeres educadas que pudieran a su vez
educar buenos ciudadanos, sino también de proporcionar a las mujeres de clases
medias y bajas herramientas para poder abrir sus propios establecimientos o
trabajar como obreras, aunque sin dejar de considerar el papel de esposa y
madre como su propósito fundamental.[7] Asimismo, en 1871 se crea la
Escuela de Artes y Oficios para Mujeres en la Ciudad de México, año en que se
abrió la misma institución para varones. [8] En ella se ofrecían cursos
complementarios de dibujo, además de modelado en yeso, lo que representaba una
oferta para el aprendizaje del dibujo alternativa a la ENBA.
7. Durante la década de 1880 se dan otros avances
importantes para la educación superior de las mujeres. En un proyecto de
universidad que presentó el Secretario de Instrucción Pública, Justo Sierra,
declaraba que las mujeres tendrían derecho a asistir a todos los cursos de las
escuelas profesionales.[9] Alvarado señala que esta propuesta de
Sierra recibió muchas críticas, y que las opiniones en su contra urgían a
reforzar el papel de la mujer como profesional de la pedagogía, para el cual se
creía que tenía natural inclinación, y “no ‘masculinizar’ a las mexicanas con
conocimientos innecesarios”,[10] lo cual muestra que a pesar de que se
comenzaban a abrir espacios de profesionalización para las mujeres esto no
siempre fue visto como algo deseable. A pesar de ello, hubo otros avances
importantes, como el ingreso de alumnas a la Escuela Nacional Preparatoria. La
primera de ellas se inscribe en 1882, lo cual, como señala Alvarado, implicaba
que las mujeres podrían acceder a estudios universitarios.[11]
Esto resulta particularmente importante en el caso de las alumnas de la ENBA,
ya que a partir del plan de 1897, los primeros cuatro años de estudios en arte
comenzaban en la Escuela Nacional Preparatoria, en donde se cursaban estudios
de matemáticas, historia, idiomas y otras ciencias de manera paralela a los
cursos preparatorios de dibujo e historia del arte.[12]
Hasta el momento, sólo se han encontrado datos de dos alumnas de la ENBA que
hayan estado inscritas en la ENP.
8.
Así,
para cuando Dolores Soto comienza a estudiar en la ENBA en 1888, ya existía
apertura para las mujeres en instituciones de educación superior, y los debates
sobre la educación de la mujer continuaban en pie, a la par que se realizaban
avances sobre la misma en la práctica. Las profesiones mejor vistas para las
mujeres eran aquellas que se acomodaban a las ideas sobre cómo ellas podían
contribuir al proyecto de nación de manera acorde a los roles de madre y esposa
que debían cumplir, considerándose adecuado que
ejerciera como profesora, médico o en algunos oficios artesanales como la
costura, y como colorista en talleres litográficos o en estudios fotográficos.
9. En cuanto a los antecedentes del ingreso de alumnas a
la ENBA, hubo algunos ámbitos dentro de la academia en donde las mujeres
pudieron participar durante la segunda mitad del siglo XIX, tales como las
exposiciones anuales organizadas dentro de la misma institución. Leonor Cortina
señala que desde las primeras exposiciones, las cuales
comenzaron a celebrarse a partir de 1848, varias mujeres artistas exhibieron su
obra, entre las que se encontraban las hermanas Sanromán, Pilar de la Hidalga,
Eulalia Lucio, Julia Escalante y Guadalupe Carpio, entre muchas otras. Estas
mujeres por lo general pertenecían a las antiguas clases aristocráticas de la
colonia, o a las familias de personajes ilustres de la cultura o de la política
mexicana, lo cual les permitía costear clases particulares con maestros de la
Academia. Asimismo, estas mujeres no tenían la necesidad de dedicarse a una
profesión para sostenerse, por lo que la pintura en sus casos no representó una
actividad profesional.[13]
10. Asimismo, Cortina señala que entre 1845 y 1861 tres
alumnas solicitaron tomar cursos de dibujo en la entonces Academia de San
Carlos,[14] aunque no se sabe cómo fueron atendidas
estas peticiones. La autora menciona también que es probable que algunas
mujeres tomaran clases en la Academia como alumnas no regulares, ya que, en los
catálogos de las exposiciones realizadas por la Academia en 1850 y 1851,
aparecen registradas obras de algunas mujeres presentadas como trabajos de
clases de dibujo del natural, de figura, y de claroscuro tomado del yeso.[15]
De acuerdo con la misma autora, una situación similar se dio en la Academia de
Educación y Bellas Artes de Puebla, donde se abrieron dos salones para
"enseñar a las niñas" dibujo en 1850, y pintura en 1852.[16]
11.
A
partir de estos datos podría pensarse que el ingreso de mujeres a la Academia en
México podría haber estado menos obstaculizado que en otros países, sobre todo
si se considera que la educación secundaria y superior de las mujeres era un
proyecto alentado tanto por el estado como por algunos sectores intelectuales,
permitiendo que éstas fueran ganando terreno en instituciones de educación
antes dedicadas exclusivamente a los hombres.
12. En Brasil, las mujeres comienzan a tener acceso a una
educación superior a partir de 1879, cuando se
permite el ingreso de éstas a los cursos de medicina, en aulas separadas de los
varones. Sin embargo esto no sucedió en otras
facultades, como la de derecho, en la cual para 1885 el ingreso de mujeres aún
no estaba previsto. No fue sino hasta 1892, con la entrada de la República, que
se aprueba el código de disposiciones sobre la enseñanza superior, en la cual
la inscripción de mujeres estaba considerada en todos los cursos superiores.
Sin embargo, a pesar de que su ingreso estaba ya regulado y aprobado por la
ley, las mujeres brasileñas que aspiraran a una educación superior tendrían que
demostrar una preparación secundaria suficiente: esto es, debían presentar
exámenes de certificación emitidos por el Colégio
Pedro II, el cual se dedicó exclusivamente a la educación masculina hasta 1884.[17]
Esta situación representó un obstáculo grave en el caso de las mujeres
brasileñas, ya que el currículum de la educación secundaria femenina estaba
considerablemente más enfocado a las labores del hogar que a las disciplinas
científicas y humanísticas que formaban parte del currículum de las
instituciones secundarias para varones; asimismo, las escuelas públicas para
mujeres eran escasas, lo cual ponía a la población femenina en desventaja
para acceder a la educación superior.[18]
13. Este fue el caso de las mujeres que aspiraban a
estudiar como alumnas regulares en la Enba, la cual
sólo aceptaba evaluaciones aprobatorias emitidas por la misma Escuela o por el
Colegio Pedro II. Estas alumnas debían demostrar conocimientos suficientes de
otras disciplinas académicas como portugués, francés, matemáticas, geografía e
historia. Esto obedecía al interés de reconocer la profesión artística no como
una formación técnica sino como un estudio de nivel superior.[19]
Aunado a esto, los certificados de estudio emitidos por el Liceu
de Artes e Ofícios no fueron aceptados como válidos
por la Enba, como lo muestra el caso de Ernestina de Sá Ferreira, quien no fue admitida como alumna reglar a
pesar de haber presentado certificados de dichas disciplinas obtenidos por sus
estudios en el Liceu entre 1881 y 1889. Así, la
dificultad para cumplir este requisito limitó la inscripción de mujeres como alumnas regulares, aunque no impidió que
comenzaran a asistir a los cursos de libre frecuencia a partir de 1892, para
los cuales no requerían demostrar ninguna preparación previa.[20]
14. En el caso de México, hasta el momento no se ha
identificado que la falta de una educación secundaria representara un obstáculo
para el ingreso de las alumnas a la ENBA. Es sólo hasta 1897 que la Ley de
Enseñanza para la Escuela indica que la educación artística debía comenzarse en
la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), en la cual se cursaban simultáneamente
cursos de francés, italiano, gramática del español, química, geografía, física,
cosmografía, matemáticas e historia natural, a la par que los cursos
preparatorios de dibujo de figura, de ornato, de paisaje y del yeso, así como
de perspectiva y anatomía de las formas.[21]
Sin embargo, como mencioné anteriormente, hasta ahora sólo existen datos de dos
alumnas inscritas en la ENBA que hayan cumplido este requisito: la primera fue
Candelaria Manzano, quien aparece en los registros de matrícula de la ENP como
alumna de Bellas Artes en 1899, aunque es probable que haya ingresado desde
1895, según un informe dirigido al Secretario de Justicia e Instrucción
Pública. La otra alumna es Otilia Rodríguez, quien aparece matriculada en la
ENP en 1897, aunque no aparecía identificada en el libro como alumna de Bellas
Artes. Es probable sin embargo que no todas las mujeres que comenzaron a
asistir a la ENBA durante la década de 1890 fueran alumnas regulares: una
revisión a las listas de asistencia de 1891 muestra que las alumnas inscritas
en las clases de dibujo están registradas como alumnas supernumerarias, esto
es, alumnas no regulares que podían asistir a las clases impartidas en la ENBA
con el único requisito de que se sujetaran al reglamento interno.
Los espacios para alumnas dentro de la Academia
15. Tanto en Brasil como en México la separación de clases
para varones y para mujeres parece haber sido menos tajante que en algunas
academias europeas, ya que desde el inicio en ambas Escuelas se permitieron
clases mixtas, atendidas tanto por varones como por mujeres. En el caso de
Brasil, esto pudo haberse dado por una falta de presupuesto para crear aulas y
contratar profesores exclusivamente para las alumnas, más que por una ideología
vanguardista que buscara explícitamente una educación mixta. Asimismo, tampoco
parece que se dieran discusiones en torno a una educación separada entre hombres
y mujeres dentro de la Academia.[22] Hasta el momento se sabe que en México, durante los primeros años de ingreso, las
alumnas asistían a las mismas clases que los varones, y que en la XXII
Exposición de la Academia exhibieron sus obras junto con sus
condiscípulos. Sin embargo, tanto en Brasil como en México se crean
espacios exclusivos para mujeres dentro de las academias algunos años después
de su ingreso: en el caso de Brasil, para 1896 había ya un taller exclusivo
para las alumnas, a cargo de los profesores Rodolfo
Amoedo y Henrique Bernardelli, dedicado a
la enseñanza del dibujo y de pintura compuesta.[23]
En México, para 1898 existía una clase exclusivamente para señoritas, en la que
se les enseñaba copia de cuadros, copia del natural y ejercicios de
composición.[24]
16. Tanto en México como en Brasil, la apertura de
espacios de enseñanza específicos para mujeres no significó que las alumnas no
pudieran inscribirse a otros cursos: en el caso de Brasil, se registran alumnas
en los cursos de geometría descriptiva y/o diseño geométrico,[25]
mientras que, en el caso de México, asisten a diversos cursos de dibujo,[26]
así como a los de pintura de figura y de paisaje, de grabado en hueco y
escultura.
17.
En el
caso de la matrícula femenina en ambas Escuelas, durante el primer año de
asistencia de mujeres a la Enba en Brasil se
registran 13 alumnas, mientras que en México durante el primer año se registran
seis. A diferencia de México, en el caso de Brasil los números de alumnas que
atienden la Escola es fluctuante, disminuyendo en el segundo y tercer año de
ingreso y disparándose en el cuarto año, mientras que en el caso de México
hasta el momento se registra un incremento constante de un año al siguiente.
18. En cuanto a los espacios de exhibición, existe también
una diferencia entre los casos de Brasil y México: al parecer, en la academia
brasileña se crea un espacio de exhibición exclusivo para los trabajos de las
alumnas, la “sala de productos escolares da senhoras”[27],
mientras que en México las obras se organizan de acuerdo a
las clases de la academia, mostrando en el mismo espacio las obras de los
alumnos de ambos sexos, como mencionaba anteriormente.
El acceso a los cursos de dibujo del desnudo
19. El ingreso de alumnas a la clase de dibujo del
natural, o de modelo vivo, se da en Brasil de manera más temprana que en
México. El acceso se permitió desde 1892, aunque fue hasta 1897 que asiste a él
la primera alumna, Julieta de França,[28]
y al año siguiente la acompaña Nicolina Vaz, ambas escultoras, y ambas las primeras
alumnas en completar la formación dentro de la Academia. Ana Paula Simioni apunta hacia las dificultades que estas alumnas
pudieron haber enfrentado al comenzar a adentrarse en un ámbito hasta entonces
exclusivamente masculino, considerado además como inmoral para las mujeres.
Así, Simioni llama la atención sobre el caso de
Julieta de França quien, a pesar de haber sido una
alumna destacada, y de haber sido ella quien insistió para que se le permitiera
asistir a dicho curso, faltó con frecuencia a la misma y no presentó el examen
final. Sin embargo, Simioni señala que
para principios del siglo XX, la copia del modelo vivo ya era una realidad para
las alumnas, con la reserva de que el cuerpo masculino era cubierto para no
mostrar el sexo.
20.
En el
caso de México, las ideas sobre la moralidad femenina también resultaron
restrictivas en relación con la asistencia de las alumnas al estudio del dibujo
del desnudo dentro de la Academia, más que en el caso de Brasil. La primera
noticia que se tiene sobre el acercamiento de las alumnas a la representación del
cuerpo desnudo, y que aún es necesario confirmar, se da en la “clase de
señoritas” mencionada anteriormente. Se tiene registro de que esta clase fue
impartida en 1898, y que uno de los ejercicios que mostraron sus alumnas en la
XXIII Exposición de la Academia fue una “Odalisca”. Angélica Velázquez sugiere
que podría tratarse de una copia de la Odalisca
de Henri Decaisne, la cual fue adquirida por la
Academia hacia mediados del siglo XIX y que fue copiada por los alumnos
numerosas veces. Esta pintura muestra a una mujer con el torso y el vientre
desnudos, por lo que podría representar una de las primeras incursiones de las
alumnas en el estudio del desnudo.
21.
Sin
embargo, el debate en torno a la asistencia de las alumnas a la clase de dibujo
del desnudo continuó hasta la primera década del siglo XX. Al menos a partir de
1903 algunas alumnas comenzaron a asistir a la clase de Dibujo y proporciones
del cuerpo humano con el profesor Daniel del Valle. Sin embargo, al menos hasta
1907 las clases de dibujo de modelo desnudo siguen siendo atendidas
exclusivamente por alumnos.
22. Durante esta primera década del siglo XX, se suscitan
varios debates en torno a ello dentro de la ENBA, que muestran como en el caso
de México fue la Escuela la que ejerció presión para que las alumnas entraran a
la clase de dibujo del desnudo, mientras que éstas y sus familias se mostraron
renuentes a permitirlo. Luisa Barrios señala que esto probablemente se debía a
las limitaciones de carácter moral asumidas por las propias alumnas. Barrios
cita el caso de Matilde Orellana, quien en 1905 solicitó una pensión para sus
estudios. En una carta del director Rivas Mercado, se le informó a Orellana que
se le otorgaría la pensión con la condición de que atendiera la totalidad de
los cursos del programa de la ENBA, incluidos los cursos de anatomía y de
dibujo del desnudo.[29] La respuesta de Orellana fue “que no
tendría inconveniente en asistir a la clase de Anatomía; en cuanto a la de
copia del desnudo, si la Secretaría de Instrucción Pública no la eximía de
asistir, se vería en la imperiosa necesidad de retirar su petición”. [30]
En la carta que el director de la ENBA dirigió al Secretario
de Instrucción Pública sobre el caso de Orellana, éste argumenta que “el plan
de estudios exigía algunos requisitos que la solicitante no estaba en aptitud
de cumplir, por tener que prescindir de ciertas ideas arraigadas e
incompatibles” con la enseñanza de la pintura. En ese mismo documento, el
director de la ENBA se quejaba de que desde que las alumnas comenzaron a
ingresar a la escuela dejaban incompletos sus estudios por su “renuencia a
tomar las clases de Copia del desnudo y Anatomía, las enseñanzas más
importantes de la carrera”, y en base a esto argumentaba que no deberían de
otorgarse pensiones a las señoritas que quisieran estudiar la carrera de
pintura. Si bien necesitaría corroborarse la información proporcionada por el
entonces director de la ENBA, Antonio Rivas Mercado, la negativa de Orellana permitiría
identificar una condicionante de por qué se retrasó el ingreso de las alumnas a
esta parte de la formación académica.
23. Elizabeth Fuente Rojas refuerza este argumento
señalando que el “bagaje cultural moralizante” que cargaban las mujeres pudo
ser uno de los factores que limitaron su formación artística, y proporciona dos
datos más a esta discusión: por un lado, una polémica en la que se vio
inmiscuido de nuevo Rivas Mercado, quien exigió a las alumnas la asistencia
obligatoria al curso de dibujo del desnudo, provocando una protesta por partes
de los padres de familia, quienes acudieron al Presidente para denunciarla,[31]
y por otro que el periodista Leopoldo Jasso Vidal “se quejaba de que las
mujeres habían sido privadas arbitrariamente del estudio del natural, de los
modelos griegos antiguos, de conocimientos de anatomía, historia del arte y del
estudio de la perspectiva”.[32] Así, el retraso del ingreso de las
alumnas al estudio del desnudo en México podría haberse debido a un fuerte
arraigo de los principios morales durante el porfiriato.
Acceso a las becas de viaje de estudios a Europa
24. Al igual que en el ingreso de alumnas al estudio del
desnudo, es también en Brasil donde se registra el primer caso de una alumna
ganadora de la beca de viaje de estudios a Europa. Simioni
señala que la primera en recibirlo fue Julieta de França,
en 1900. La autora señala que la Enba decidió que el
premio de viaje de ese año se otorgaría a un escultor, siendo de França la única en concursar. Sin embargo, el jurado
declaró que la candidata era digna del premio que se proponía conquistar.[33]
Así, como señala Simioni, de França
se convierte en la primera mujer en ganar el concurso interno más importante de
la Academia, y logra viajar becada a París, entonces capital de las artes.
Asimismo, este logro se dio sin que se hiciera alguna distinción o exclusión a
de França por ser mujer, por ejemplo, que se
requiriera de la autorización del responsable de la familia para que ella
pudiera realizar sus estudios en Europa.[34]
25.
En el
caso de México, hasta el momento sólo se ha identificado el caso de Otilia
Rodríguez, a quien se le ofreció dicha beca en 1904, sin embargo, ella la
rechazó; de acuerdo con Cortina, este rechazo se debió a que ese mismo año la
alumna contrajo matrimonio con su condiscípulo Sóstenes
Ortega.
26. Sin embargo, existen antecedentes de mujeres que
fueron becadas por el gobierno de México para estudiar pintura en Europa antes
de que éstas comenzaran a ser admitidas como alumnas regulares en la ENBA. El
caso más temprano que se conoce es el de Trinidad Carreño, mencionado por Flor
Elena Sánchez,[35] quien estuvo pensionada por el
presidente Porfirio Díaz entre 1879 y 1882, realizando estudios en Madrid,
Roma, Florencia, Venecia y París. Si bien Carreño no fue alumna de la ENBA,
existe documentación que indica que asistió a la Academia de San Fernando en
Madrid en 1876,[36] lo cual podría situarla como una de las
primeras mujeres mexicanas en recibir una educación artística académica. Otra
artista pensionada en Europa fue Rosa Palacios, de quien sólo sabemos que
estuvo en Italia en 1880.[37] Un caso más fue el de Carmen Duarte. De
acuerdo con Cortina, cuando ella cumplió 17 años su familia la envió a estudiar
a Europa, en donde permaneció hasta los veintinueve años.[38]
Duarte estuvo pensionada por Porfirio Díaz entre 1891 y 1893, y anteriormente
por el Gobierno de Yucatán, aunque se desconoce durante qué periodo recibió
esta beca y por qué le fue suspendida en 1891; hasta el momento se sabe que
estudió en Roma.
27. Tanto Carreño como Duarte enviaron parte de su
producción artística a México, la cual fue remitida a la ENBA a través de la
Secretaría de Justicia e Instrucción Pública. En el caso de estas dos mujeres,
es relevante que ninguna de las dos había contraído matrimonio cuando viajaron,
ni tampoco iban acompañadas de algún familiar, esto es, realizaron sus viajes
de estudios de manera independiente. En 1880, Trinidad Carreño solicitó que dos
de nueve pinturas que enviaba a México fueran vendidas, para poder solventar
sus gastos de estudio, recibiendo por ellas $200 pesos.[39]
Esto resulta indicativo de que la producción artística de Carreño le sirvió
como una fuente de ingresos.
Conclusiones
28.
El
panorama comparativo del ingreso de mujeres a la academia en Brasil y México
nos permite comenzar a vislumbrar los paralelismos y diferencias de estos
procesos en dos países de América Latina. Esto puede ayudarnos a comprender de
mejor manera las condiciones de acceso a la educación y profesionalización
artística que tenían las mujeres de ambos países, comenzando a reflexionar
sobre los procesos específicos de cada uno a partir de la comparación de ambos
casos.
29.
A
partir del panorama que presenté aquí, me parece que la comparación entre los
casos de Brasil y México permite identificar ciertas contradicciones dentro de
cada uno de ellos. Por ejemplo, aun cuando en México la Academia tuvo una
apertura a la participación de mujeres anterior al caso de Brasil, aceptando su
participación en las exposiciones anuales desde mediados del siglo XIX y
aceptando a las primeras alumnas en 1888, es en Brasil en donde se dan más
rápidamente algunos de los pasos más importantes en la inserción de mujeres en
las academias: el ingreso de alumnas a los cursos de dibujo del desnudo en 1897
y la obtención de la beca de viaje de estudios a Europa en 1900.
30.
Llama
la atención también que estos adelantos se hayan dado antes en Brasil aún cuando el ingreso de alumnas regulares a la Enba se tornó más difícil por las exigencias académicas, de
frente a la escasez de educación secundaria para las mujeres en este país. En
cambio, mientras que en México existieron políticas de impulso a la educación
primaria, secundaria y superior para mujeres a lo largo
del siglo XIX, y a pesar de que a menudo la participación de éstas en
las exposiciones de la Academia era estimulada por los críticos, quienes
lamentaban que éstas cesaran de participar en ellas después de contraer
matrimonio, parece ser que la arraigada moral porfiriana detuvo por demasiado
tiempo estos logros para las alumnas mexicanas. Así, ya entrado el siglo XX son
ellas quienes se muestran reticentes a ingresar en los cursos de dibujo de
modelo del natural, como en el caso de Matilde Orellana y de las familias de
las alumnas que deseaban impedir el ingreso de las mismas
a la clase de desnudo. Asimismo, está el caso de Otilia Rodríguez, quien se
negó a aceptar una beca de estudios en Europa por haber favorecido el
matrimonio sobre el estudio y sobre su profesionalización como artista.
31.
Finalmente,
creo que es importante enfatizar que tanto México como Brasil comienzan a abrir
la educación artística académica a las mujeres antes que algunos países de
Europa, como Francia o Alemania, y al parecer sin oponer tantos obstáculos como
en aquellos.
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SÁNCHEZ ARREOLA,
Flora Elena. Catálogo del Archivo de la Escuela Nacional de Bellas Artes, tomos
I y II, México: IIE-UNAM, 1996.
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[1] A este respecto es pertinente mencionar que la investigación sobre este
proceso en México aún está en desarrollo, por lo cual es posible que parte de la
información que contiene este trabajo pueda irse precisando conforme avancen
las investigaciones.
[2] CAVALCANTI SIMIONI, Ana Paula. Profissão Artista.
Pintoras e Escultoras Acadêmicas Brasileiras. Sao
Paulo: Universidade de São Paulo, 2008, pp. 99 y 102.
[3] Información
proporcionada por Angélica Velázquez Guadarrama.
[4] PRAMPOLINI, Ida. La crítica de arte en México en el siglo XIX.
México: UNAM-IIE, 1997, pp. 228-229.
[5] Ibidem.
[6] ALVARADO, María de
Lourdes. Introducción. La educación superior femenina en México en el siglo
XIX. México: UNAM - Plaza y Valdés, 2004, pp. 13-15.
[7] ALVARADO, Op. cit., pp. 166-167,
señala que en ese discurso se hacía una diferencia entre las alumnas de
clases medias y las alumnas de “primera clase”: para éstas últimas la educación
de la Escuela Secundaria les serviría para “formar la buena sociedad” y “volver
al seno familiar”. En ambos casos, se enfatizaba que todas las alumnas
serían “fieles esposas y madres dignas” y sus hijos hombres “trabajadores,
honrados, valientes e ilustrados, pero sobre todo,
ciudadanos amantes de su patria”.
[8] ALVARADO, María. de
Lourdes. La escuela de artes y oficios para mujeres. Planes de estudio y
población estudiantil. REYES, Aurelio. La enseñanza del arte.
México: UNAM-IIE, 2010, p. 167.
[9] ALVARADO, Lourdes de
los. La educación superior femenina en México en el siglo XIX, Op. cit., pp. 260-261.
[10] Ibidem, pp. 261.
[11] Ibidem, pp. 266-267.
[12] BÁEZ MACÍAS, Eduardo. Historia
de la Escuela Nacional de Bellas Artes (Antigua Academia de San Carlos.
1781-1910). México: UNAM-ENAP, 2008, p. 269-271.
[13] CORTINA, Leonor. Pintoras
mexicanas del siglo XIX. México: INBA-SEP, 1985, pp. 29-31, 67-69.
[14] Ibidem, p. 65.
[15] Ibidem, p. 65.
[16] Ibidem, p. 171-172
[17] CAVALCANTI SIMIONI, Ana
Paula, Op. cit., pp. 94-96.
[18] Ibidem, p. 91.
[19] Ibidem, p. 89.
[20] Ibidem, p. 96.
[21] BÁEZ MACÍAS, Eduardo.
Apéndice 2. Planes de Estudio. Historia de la Escuela Nacional de Bellas
Artes, Op. cit., pp. 269-271.
[22] CAVALCANTI SIMIONI, Ana
Paula, Op. cit., p. 107.
[23] Ibidem, p. 108.
[24] ROMERO DE TERREROS,
Manuel, ed. Catálogo de las exposiciones de la Antigua Academia de San
Carlos de México (1850-1898). México: IIE-UNAM, 1963, pp. 612-613.
[25]Cavalcanti Simioni, Ana Paula, Op.
cit., p. 52.
[26] Los cursos de dibujo a
los que asistieron las alumnas fueron dibujo del paisaje tomado de la estampa,
dibujo de ornato de la estampa y dibujo de figura tomado de la estampa.
[27] CAVALCANTI, Op. cit.,
p. 109
[28] Ibidem, pp. 110-111.
[29] BÁEZ MACÍAS, 1993,
Eduardo. Guía del archivo de la Antigua Academia de San Carlos. 1867-1907,
vol. II. México: UNAM-IIE, 1993, p. 830.
[30] BARRIOS, Luisa. Las
mujeres en la plástica de la primera mitad del siglo XX. SERRANO BARQUÍN,
Héctor, coord. Imagen y representación de las mujeres en la plástica
mexicana: una aproximación a su presencia en las artes visuales y populares
de 1880 a 1980. Toluca: Edo. de Mex: UAEM, 2005, pp. 67-68.
[31] FUENTE ROJAS,
Elizabeth. Mujeres artistas en la Academia de San Carlos. Revista de la
Coordinación de Estudios de Posgrado. México, año 6, No. 10, sept.1990.
[32] Ibidem.
[33] CAVALCANTI, Op. cit.,
pp. 117-118.
[34] Ibidem, pp. 117-118.
[35] SÁNCHEZ, Op. cit., p. XXV.
[36] BÁEZ MACÍAS, 1993, vol.
I, Op. cit., p. 232.
[37] SÁNCHEZ
, Op. cit., p. 47.
[38] CORTINA, Op. cit.,
p. 118.
[39] SÁNCHEZ, Op. cit., p. 46 y ss.