El Gráfico y la búsqueda de un arte nacional en Colombia
María Clara Bernal
* *
*
1.
En su
fascículo del mes de junio de 1923 el semanario cultural El gráfico publicó en Bogotá el artículo titulado La escultura nacional. El texto, que
promete con su título definir qué se entiende por escultura nacional o cuál es
su estado en ese momento y cuales sus directrices, se queda corto, como es de
esperarse en un texto que ocupa una página. Sin embargo, su importancia es
vital para el estudio del tema, dado que enuncia una serie de asuntos
fundamentales, no solamente a nivel de escultura, sino de consolidaciones
culturales en general.
2. Junto con Lecturas
Dominicales y Cromos, El Gráfico fue tal vez uno de los
semanarios más longevos de los que han abordado temas culturales en Colombia.
Fundada en 1910 por los hermanos tipógrafos Abraham y Abadías Cortés, se
publicó semanalmente hasta 1941, con un tiraje de 1500 ejemplares,
convirtiéndose en una referencia significativa en términos de diseño gráfico y
publicando noticias que iban desde eventos de la sociedad bogotana, novedades
en diversos campos y publicación de comentarios sobre arte.[1]
3. El artículo específico al que se referirá este texto toca
un tema central en las discusiones, no solamente en las publicaciones
colombianas, sino en distintas revistas alrededor de América Latina, que será
el asunto de "un arte nacional". En él, los editores empiezan
afirmando que las bellas artes en Colombia están no en decadencia, sino en muy
visible retroceso, pues según ellos: “Todo periodo de decadencia supone un
periodo anterior de virilidad y juventud y en Bogotá sólo hubo un momento,
único en la historia de nuestras artes, en que estas brillaron rápidamente para
extinguirse en seguida. Fue el hermoso periodo en que Alberto Urdaneta[2] conmovió
todos los espíritus con un anhelo vividor de arte y
belleza”.[3]
Alberto Urdaneta admite el autor, no fue un gran artista pero si un buen guía que “imprimió a la juventud amor
inextinguible por las artes de la belleza”.[4]
4.
El
artículo alega que sólo hay unos pocos ejemplos de escultores que han hecho un
“laudable esfuerzo” en Colombia, entre los que se encuentran Francisco Antonio
Cano y algunos de sus alumnos, como Gilberto Mora.
5.
A pesar
del pesimismo sobre la escena artística en Colombia, el texto termina de una
forma singular:
6.
Este semanario siempre tendrá voces de
aliento para los entusiastas jóvenes que al arte dedican las vigilias de sus mejores
años. En efecto ¿Qué hay que dé más alta idea de una Nación que las fuerzas
espirituales con que cuente para su engrandecimiento? La civilización de un
pueblo no se mide por los enormes edificios orgullo de la plutocracia yanki […]
Una raza no puede perder sus caracteres intrínsecos por unos cuantos decretos y
leyes, ni se transforman sino a la larga, y eso dentro de sus propios
caracteres étnicos.[5]
7.
De esta
manera el artículo sobre Escultura nacional va más allá del tema que
inicialmente propone, y de hecho lo toca sólo de paso para adentrarse en una
enunciación ético-estética sobre la construcción de lo nacional dentro de lo
que el autor considera es un mundo "civilizado".
8.
Exactamente
cuatro años más tarde El Gráfico publica
el artículo Un joven pintor y escultor
colombiano. Un texto inicialmente publicado en París en la Revue Internationale
dedicado a elogiar la obra del artista colombiano Luis Alberto Acuña con una
introducción por parte de los editores. En éste, los parámetros de lo que puede
ser una escultura y en general un arte nacional han dado un giro de 180 grados,
no tanto en el discurso, sino en el artista que se elige para ejemplificarlo.
En el texto se habla de la participación exitosa de Acuña en el Salón de Otoño
en Paris y en el Salón de Artes Decorativas con su cuadro Nesus seduce a Dejanira, que incidentalmente
fue comprado por el gobierno francés para la colección del Museo de Luxemburgo.
9.
Además de
resaltar la habilidad nata del artista, el autor y los editores de El Gráfico recalcan la importancia de su
formación en la Escuela de Bellas Artes de París y en general de su paso por
Europa:
10.
Ávido de instruirse, Luis Alberto Acuña
visita los principales museos de Europa, para perfeccionar su educación con el
conocimiento de las obras maestras. Para él, Francia heredera de la grande y
noble civilización mediterránea que nos legaron Grecia y Roma, es la antorcha
sagrada a la que deben venir todos los artistas para recibir inspiración,
iluminando la chispa de su genio.[6]
11.
Aunque en
términos de discurso parece que ambos artículos se estuvieran refiriendo al
mismo tipo de arte académico como el mejor ejemplo del arte nacional, si
miramos las obras mencionadas en ellos es posible darse cuenta de que el canon
ha cambiado significativamente.
12.
Efectivamente,
al inicio de la década del 20, la escultura colombiana estaba profundamente
marcada por la academia y el neoclasicismo. Basta con mirar obras de Marco
Tobón Mejia o Eugenio Zerda,
que también abogan por un arte nacional tanto como lo hicieron los paisajistas
del salón de 1899, como Ricardo Borrero Álvarez, Jesús María Zamora o Roberto
Páramo, para darse cuenta que la idea de un arte
nacional relacionado con la figura de las culturas prehispánicas no era una
consideración de peso en este momento.
13.
¿Cuáles
fueron entonces las circunstancias de tal transformación en tan corto periodo
de tiempo? Revisando las revistas de la época es posible darse cuenta de que
son precisamente una serie de flujos de información, no solamente de Europa
hacia América, sino entre los mismos países latinoamericanos, los que afectan
los parámetros con los que se define un arte nacional en Colombia. Al primer
artículo lo precede una fuerte discusión sobre la exposición de Pintura Moderna
Francesa que tuvo lugar en Bogotá y Medellín en 1922, y que incluyó algunas
obras cubistas. Esta exposición fue mal recibida por la crítica, y en este
sentido el artículo del 23 puede ser entendido como parte de la reacción
adversa a esta muestra, que fue descrita en Cromos
como decadente. La muestra francesa alertó de alguna manera a la crítica, que
consideró su papel encomiar el arte académico y así evitar que el arte nacional
llegara a los extremos a los que había llegado el arte francés que tanto se
había admirado en el pasado.
14.
Al segundo artículo - el que se refiere a Acuña - lo acompaña una fuerte
política del gobierno para enviar a estudiar a los artistas a París, Madrid y
México, para lograr proyectar desde allí a Colombia como una nación moderna.
15. Por otro lado, hacia mediados de la década del 20, se
hace visible un tránsito activo de las ideas de figuras seminales, como el
peruano José Carlos Mariátegui, o el mejicano José Vasconcelos, alrededor de
temas como la modernidad, el nacionalismo, el imperialismo y lo
hispanoamericano entre otros. Las ideas de Mariátegui fueron discutidas y
propagadas en Colombia a través del filtro de intelectuales como Armando
Solano, quien planteo la creación de un movimiento cultural que tuviera al
indígena como centro. Al respecto escribe en Universidad: “Examinando los
factores históricos y étnicos que constituyen nuestra agrupación, encontraremos
la verdadera consigna para el movimiento nacionalista”.[7] Otro
traductor de Mariátegui fue Darío Samper, que, por su parte, se preguntaba en
la misma publicación: "¿Vamos a producir nuestra pintura valiéndonos
de medios propios, de procedimientos autóctonos, de artistas de nuestros
pueblos o seguiremos siendo copistas de Zuloaga y fabricantes de Manolas?”[8] Y desde
allí hace un llamado a escuchar el mensaje de “los muchachos mejicanos de Ulises y los argentinos de Martin Fierro”.[9] Esta
última publicación, así como Amauta,
serán leídas y comentadas de manera profusa por los intelectuales colombianos.
16.
También
se siguen con especial interés los discursos que en su gira por América Latina
pronuncia Vasconcelos. En el caso del intelectual mejicano la lectura es más
directa, puesto que él sí visitó el país. En El Gráfico se reporta en 1926 sobre su visita a Colombia, y se
recomienda a la gente no temer al mensaje que viene a traer Vasconcelos, quien
tan sólo un año antes de su visita a Bogotá había publicado La raza cósmica (1925).
17. En El Gráfico
el texto sobre Acuña es seguido por el artículo Algo sobre arte indo-americano de autoría
del crítico D.F. Eguren de Larrea. En éste es posible ver otra de las
motivaciones para el cambio de perspectiva sobre un arte nacional. El autor
asegura que: “Infinidad de escritores y críticos de arte de Europa y Estados
Unidos sostiene que pasada esta locura del arte negro que sacude a las grandes metrópolis,
vendría un muy duradero reinado del arte indo-americano
en todas sus fases”.[10] Este vaticinio prometía en el rescate de las culturas
pre-hispánicas, la entrada, si se quiere, a la modernidad europea.
18.
En 1927,
año de la publicación del segundo artículo, Roberto Pizano regresa de Europa y
es nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. Su dirección es
conocida por el estímulo a los estudiantes a ser novedosos, reconociendo la
posibilidad de llevar a cabo un arte “autóctono”. Sin embargo, desde este año
la escuela decide contratar una serie de maestros europeos que marcaran el
rumbo de la producción artística durante unos años. Es también el año en que la
revista Universidad (1927-1929), en su segunda etapa, publicaba en sus páginas la
crónica y crítica de la obra de artistas que “aspiraban a ser actuales y
modernos” según el historiador del arte Álvaro Medina.
19. Ya en los albores de la década del 30 esta idea de lo
nacional ha mutado de nuevo, para incluir más francamente las observaciones
sobre lo que Pizano llamaba “lo autóctono”, y es tal vez esto lo que se tiene
en cuenta cuando se elige a Rómulo Rozo para hacer el pabellón de Sevilla. El Gráfico publica en julio de 1929 Colombia en la exposición de Sevilla - Un gran
artista colombiano sobre la obra de
Rozo que según el semanario:
20.
Saliéndose de las normas vulgares, ha ido
a beber su inspiración en la orfebrería y cerámica indígena […] El arte
nacional colombiano sale de las delicadas manos de Rozo perfeccionado,
idealizado con el influjo que sobre el artista han ejercido la escultura y la
ornamentación egipcias y etruscas, tan semejantes en su aspecto general a las
de Colombia precolonial.[11]
21.
Así, a
partir de estos artículos es posible vislumbrar un circuito completo del
concepto de arte nacional, en el que se pasa de un arte académico aprendido de
la escuela francesa, pasando por una síntesis entre la escuela académica
francesa y las figuras de la mitología pre-colonial en Acuña, a una franca
declaración de cosmopolitismo en la apreciación de la obra de Rozo. Lo que se
concibe como arte nacional muta y cambia tan rápido como están cambiando las
relaciones culturales internacionales de Colombia.
22.
Muchos
son los factores que pueden ser vistos como definitivos en el giro de lo que se
entiende por arte nacional en Colombia en los albores del siglo XX. Un cambio
en la dirección de la Academia, la circulación de ideas a través de
publicaciones periódicas y figuras viajeras, el desencanto con Francia y en
general Europa como referente, y la obediencia al grito de Rodó, que fallece en
1917, acerca de la búsqueda de una libertad más allá de lo político para el
continente. Hacer el estudio comparativo de estos dos artículos que se
muestran en un principio triviales permite no sólo ver el proceso de
negociaciones a través del cual la critica de arte
definió el arte nacional en Colombia a principios de siglo, sino también darle
a este tema importancia en cuanto a proceso más que como resultado haciendo
evidente su relevancia para lo que vendría durante las dos décadas siguientes.
Referencias
bibliográficas
Colombia en la exposición
de Sevilla – Un gran artista colombiano. El
Gráfico, Bogotá, jul. 1929.
La escultura nacional. El Gráfico,
jun. 1923.
EGUREN, D.F. Algo sobre arte indoamericano, El Gráfico, 1927.
SOLANO, Armando. La campaña nacionalista. Revista Universidad,
Bogotá, jul. 1927.
SAMPER, Darío.
La afirmación de los que surgen. Revista Universidad,
Bogotá, mayo 1929.
[1] Dado que los espacios regulares de publicación sobre arte fueron tan
escasos, El Gráfico es un referente
importante para la historia del arte en Colombia.
[2] Fundador del papel periódico ilustrado 1881. Creó
en 1886 la Primera Exposición Anual de
Bellas Artes en donde recogía
obras importantes de la historia del arte
colombiano, incluyendo a Gregorio
Arce.
[3] La escultura nacional. El
Gráfico, jun. 1923.
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Acuña dejó Colombia en 1924 para ir a estudiar a Paris con una beca del
gobierno Colombiano. Regresaría a Colombia en 1929.
[7] SOLANO, Armando. La campaña nacionalista. Revista Universidad,
Bogotá, jul. 1927.
[8] SAMPER, Darío. La afirmación de los que surgen. Revista Universidad, Bogotá, mayo
1929.
[9] Ibidem.
[10] EGUREN, D. F. Algo
sobre arte indoamericano, El Gráfico, 1927.
[11] Colombia
en la exposición
de Sevilla – Un gran artista colombiano, El
Gráfico, Bogotá, jul. 1929.