Bajo el designio de
los dioses: Il Guarany y Atzimba [1]
Jaime Aldaraca Ferrao [2]
ALDARACA, Jaime. Bajo el designio de los dioses: Il Guarany y Atzimba. 19&20, Rio de Janeiro, v. X,
n. 1, jan./jun. 2015. https://www.doi.org/10.52913/19e20.X1.06a
[English]
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A Mariana Rubio de los Santos
Obertura
1.
Hado para
los griegos, fatum para los romanos; nada
escapa al dominio de Dios para los cristianos; la Rueda de la Fortuna o
arcano X del tarot; el Gran Arquitecto del Universo masónico; la suerte, el
sino y el destino. Todos ellos encarnan el poder sobrenatural e ineludible que,
según se cree, guía la vida humana a un fin no necesariamente elegido. ¡Deus
ex machina!, ¡oh, máquina de los dioses!
2. Con la fatalidad se abre el telón en el marco del
proyecto "Desplegando la Historia del Arte en América Latina". La
propuesta que presento para conectar y desplegar la Historia del Arte en el
módulo “Tradiciones No-Occidentales” consiste en el análisis de dos óperas de
la segunda mitad del siglo XIX, una brasileña, otra mexicana: Il Guarany (1870) y
Atzimba (1900).[3]
3. Parto de la naturaleza efímera de la ópera: ineludible
enfrentamiento a su inexistencia en el espacio y tiempo presentes. Otra
dificultad es su totalidad: abarca varias disciplinas artísticas que entrelaza
música (orquesta, solistas, coro, dirección), literatura (a través de libreto),
artes escénicas (actuación, ballet, danza),
arquitectura (escenografías), así como vestuario. Por ende, autoría múltiple.
4. Propongo abordar el acontecimiento escénico mediante
la serie de vertientes documentales y visuales que emanaron para y a partir de
su representación: novelas, leyendas, guiones, críticas, imágenes, fotografías,
partituras, crónicas, restos de escenografías, etc. Todas ellas una suerte de
fragmentos que emanan de manera directa o tangencial de las obras en cuestión y
que, a su vez, exponen“en una realidad tan compleja breves instantes en un continuum
que ha durado [...] son para nosotros - para nuestra mirada - la verdad en sí
misma, es decir, su vestigio, su pobre andrajo: lo que queda”.[4]
5. Presento la ópera como un sitio donde una parte de la
sociedad se identifica, se refleja, se educa y se sensibiliza, de manera
pública e inmediata. Historiar estos fragmentos, estos indicios, estas huellas,
genera la recuperación de momentos específicos, valioso material de reflexión
crítica para la Historia del Arte. En este caso específico, se enfoca al cómo y
por qué se construyó y representó al indígena mítico en las óperas de dos
geografías distintas.[5]
Primer acto. De
Brasil para el mundo [occidental]: Il Guarany
6.
Basada
en la novela del escritor José de Alencar, O Guarani
(1857), Il Guarany
es una “ópera ballet en cuatro actos” con música de Carlos Gomes y libreto de los italianos Antonio Scalvani y Carlo D’Ormeville. El
argumento de la ópera cambia diferentes aspectos de la novela.
7.
La
acción se desarrolla hacia 1560, en torno a Cecilia (una joven portuguesa),
cortejada por Gonzales (aventurero español) y Don Álvaro (noble portugués).
Unos cazadores subordinados a Don Antonio (hidalgo, padre de Cecilia) matan a
una joven de la tribu aimoré y los indios juran
venganza. Aparece en escena Pery, jefe de la tribu de
los guaraníes y amigo de Don Antonio, quien advierte a los portugueses de la
ira de los aimorés. Después se produce un nuevo corte
abrupto, característico de la ópera de esta época. El padre de Cecilia la
ofrece en matrimonio a Don Álvaro. Mientras el resto de los personajes entran
al castillo, Cecilia y Pery se rezagan en las
afueras. Cobijados por una frondosa naturaleza que supera en dimensiones al
castillo [Figura 1],
se confiesan un sentimiento indómito de atracción: ambos se enamoran.
8. En el segundo acto se encuentran en una gruta los
aventureros Gonzales, Rui-Bento y Alonso. Pery se
oculta. Gonzales les dice a los colonizadores que conoce una rica mina de plata
que promete dividir si le ayudan a raptar a Cecilia. Pery
descubre la codicia y lujuria de los europeos, vertidas en los planes de
traición a Don Antonio. Otro corte abrupto. En una habitación, Cecilia
contempla desde su ventana el cielo y la naturaleza [Figura 2]: “Oh!, come è bello il ciel!...
Par che natura nell’ora del silenzio,
arcanamente penetri dentro l’anima”.[6]
Gonzales irrumpe en la alcoba e intenta raptarla, empero nuestro mítico héroe
guaraní aparece en la escena para salvar el decoro de Cecilia y con un certero
disparo de flecha, hiere a Gonzales en la mano. Gonzales convence a la
concurrencia de que el irruptor fue Pery. Mientras
tanto los aimorés se preparan para atacar el castillo
de Don Antonio [Figura 3].
El cacique arenga a los guerreros que capturan a la pareja y se disponen a
practicar antropofagia. Pery escapa, da aviso a Don Antonio de la traición y busca rescatar a su
hija. El guaraní confiesa el amor profeso a Cecilia. Para librarla, jura negar
su religión y piedad a los dioses occidentales. Mientras Pery
salva a Cecilia, el hidalgo prende fuego a unos barriles pólvora en su castillo
para acabar con los enemigos y una estruendosa detonación precipita la escena:
todo queda en ruinas. Borrón y cuenta nueva, queda claro el predominio de la
naturaleza ante la construcción de los hombres, reducida a ruinas y escombros [Figura 4]. Ulteriormente,
desde lo lejos, en el campo de los aimorés sobre una
colina, Cecilia ve la catástrofe del castillo y se arrodilla, mientras Pery la auxilia y señala con el dedo hacia el cielo.[7]
9. El estreno mundial de la ópera tuvo lugar el 19 de
marzo de 1870 en La Scala de Milán. Existe la leyenda que nos narra a Verdi en
dicha presentación y que al salir de la función pronunció: "Questo giovane comincia lá dove
finisco io". El novelista brasileño Rubem Fonseca derrumba el mito:
10.
Verdi no estaba presente en el estreno de
la ópera de Carlos Gomes en La Scala y no podría haber dicho tal frase que, en realidad,
fue dicha por Rossini, refiriéndose a Bellini. Verdi solamente vio O guarani dos años después, en Ferrara, cuando declaró a
la Gazzeta Ferrarense:
“Asisití con gran satisfacción a la ópera del colega
Gomes y puedo afirmar que es de refinada hechura, reveladora de un alma
ardiente, de un verdadero genio musical”.[8]
11. El 2 de diciembre del mismo año se estrenó Il Guarany en el Theatro Lyrico Fluminense. Su
éxito fue inmediato, logró presentaciones a escala mundial: la obra “se
representó en las principales ciudades italianas […], [en] Londres […] [y]
Santiago de Chile, en 1872; Buenos Aires, en 1874; Viena, en 1875; Bruselas,
Barcelona y Montevideo, en 1876; San Petersburgo y Moscú, en 1879; Lisboa, en
1880 […] y Nueva York, en 1884”.[9] En México desde 1881 hay noticias en prensa sobre la
ópera. Il Guarany
se representó por primera vez en el Teatro Nacional hacia 1883, donde se
estrenaron “las tres siguientes óperas de reputación universal: ‘Don Carlos’ de
Verdi, ‘El Hebreo’ de Appoloni, ‘El Guarany’ del maestro Sudamericano, Gómez [sic]”.[10] La
compañía Defossez fue quien llevó a cabo el montaje.
Segundo acto. De
Michoacán para México: Atzimba
12. Con música de Ricardo Castro y
libreto de Alberto Michel, Atzimba construye su trama a partir
del capítulo “Villadiego”, de la obra de Eduardo Ruíz, Michoacán. Paisajes,
tradiciones y leyendas.[11] El argumento es una de las muchas
variantes del conflicto de dormir con el enemigo, primum
mobile narrativo de historias como Romeo y
Julieta o de óperas como Aída de Verdi o Norma de Bellini. Atzimba
cuenta los amores encontrados y correspondidos de una princesa purépecha,
Atzimba (hermana de Tzimtzicha, último calzontzin purépecha) con Jorge de Villadiego, un capitán
español, hacia 1522.
13. La ópera se inicia en el palacio del rey, donde el
General Hierepan, jefe del ejército indígena, habla
con el sacerdote lunar Huépac, quien se lamenta por
la inesperada aparición de hombres blancos. Hierepan
comenta que Moctezuma, rey de los aztecas, es un cobarde que entregó su imperio
al enemigo. El general arenga a sus sacerdotes y
guerreros para contrarrestar la invasión de los blancos barbados. En otra
escena Hierepan revela a Huépac
que ama a Atzimba, pero ha notado que ella está enamorada del capitán español. Huépac jura que el blanco será muerto y ofrendado a la
luna. Posteriormente Jorge irrumpe en la habitación de Atzimba y pide perdón a
la princesa por su imprudencia, a la vez que le declara su amor. La princesa no
resiste y cae enamorada en los brazos del español. Se oyen ruidos, Atzimba
infiere la presencia de un espía y pide a su amado que huya. Huépac descubre a la princesa y la amaga diciéndole que
conoce su amorío secreto con el enemigo. Atzimba revela sus sentimientos por el
extranjero y el odio al guerrero tarasco. Huépac denosta a la doncella denominándola procaz y concupiscente,
a lo que Atzimba responde que no olvide su jerarquía, que habla con una
princesa. Después de numerosos virajes, típicos de los guiones operísticos de
la época, una vez derrotado el capitán español, es llevado al sacrificio. La
ópera culmina con Atzimba desesperada por el infortunio de su amado que despoja
de su puñal a Huépac y se suicida. Esta acción es un
eco del “toma este puñal y mátame”, de la leyenda de Cuauhtémoc.
14. Atzimba
se estrenó el 20 de enero de 1900 en el Teatro Arbeu
por su compañía de zarzuela. La crítica alabó la obra de Castro y Michel, no
obstante, se quejó de las limitadas ejecuciones de la compañía: “Grande,
franco, espontáneo, inmenso, ruidoso fue el
triunfo alcanzado anoche por los autores de ‘Atzimba’. El entusiasmo del
público se desbordó desde el principio […] La interpretación en cambio estuvo
deficiente […] Luján frío, desentonado, sin saber una sola palabra de su papel
[…] Parra monstruoso de ignorancia y Valdivieso soso y desgarbado fueron la
nota negra de la velada”.[12] Con el triunfo de Atzimba, la crítica auguraba
un brillante futuro para el músico:
15.
Castro es un músico de porvenir; pero
necesita salvarse de la floxera [sic], [de los]
hábitos del genio triunfador, que frecuenta los amigos, se pone levita cruzada,
se inspira en la musa verde de Musset, se deja crecer la melena y engorda á
influjos del fermento de cebada […] Castro no es de esos, Castro ya ha
trabajado mucho al presentar su primera obra, ha arrancado un grito de legítima
admiración, y seguramente seguirá trabajando.[13]
16. El 1 de febrero y el 23 de abril se llevaron a cabo
repeticiones de Atzimba en el mismo Teatro Arbeu.
Para que la ópera fuera ejecutada por la Compañía Italiana Sieni-Pizzorni-López y
obtuviera mayor proyección a nivel internacional, el libreto fue traducido y
arreglado al italiano. De esta manera, el 10 de noviembre se montó el “estreno
definitivo” en el Teatro Principal. A pesar de su aparente éxito, la obra se
guardó durante 28 años, hasta que, el 16 de septiembre de 1928, el director
José F. Vásquez la montó en el Palacio de Bellas Artes. En ese mismo recinto se
escenificó nuevamente el 3 de agosto de 1935. Condenada al olvido, la última
vez que se representó Atzimba fue en 1952:
17.
una de las razones por las que Atzimba no
se volvió a llevar a escena es porque el segundo acto se perdió en
circunstancias que al día de hoy son desconocidas […]
hubo razones políticas de la época que motivaron a que alguien resguardara para
sí la partitura. En ese momento Carlos Chávez era director del INBA y toda la
música del romanticismo […] se relegó.[14]
18. El 7 de febrero de 2014, en el marco de la celebración
de 150 aniversario del natalicio del autor, se reestrenó la ópera en el Teatro
Ricardo Castro de Durango.[15] El compositor Arturo Márquez fue quien
se encargó de orquestar los fragmentos y pasajes perdidos, basándose en las reducciones
para voz y piano.
Tercer acto.
Contrapunto de las construcciones del indígena mítico
19. En el mundo decimonónico un rasgo importante de la
ópera es su función civilizadora: los teatros y casas de ópera eran los lugares
de sociabilidad con pretensiones aristocráticas y el espacio de la creación
artística donde convergían las artes. Asimismo, asumió un papel político e
ideológico en la construcción de la identidad nacional. Un claro ejemplo se
encuentra en la ópera italiana, impuesta por los
partidarios del Risorgimento como género
predilecto, quienes pregonaban y vitoreaban: ¡Viva Verdi!, acrónimo de Viva
Vittorio Emmanuelle Re D’Italia!
20. El continente americano no fue excepción y para lograr
la cohesión se buscó un modelo que convenciera a la mayoría de la población, un
mito fundacional que persuadiera sobre compartir el mismo origen: una historia
y una dirección común, distinta a la de otras geografías y culturas. Mientras
que en Brasil esta búsqueda de lo propio cristalizó a finales de los cincuenta con
José de Alencar y su O Guarani, primera parte
de una trilogía indigenista que concluiría en la década de los sesenta con Iracema
y Ubirajara; en México Ignacio Ramírez, el
Nigromante, promulgaba en la década de los sesenta “recopilar, explicar y
publicar todos los vestigios anteriores a la conquista de la América; la
sabiduría nacional debe levantarse sobre una base indígena”.[16]
21. Las dos óperas se sitúan en el siglo XVI y desarrollan
sus argumentos en el momento de reconocimiento y colisión entre Europa y
América. Ambas obras se generan en torno a un enamoramiento entre antagónicos.
No obstante, mientras que Pery
y Cecilia consiguen quedarse juntos y tienen la posibilidad de construir una
vida a futuro, previamente Pery debe negar a sus
dioses y aceptar la fe occidental: “Gl’idoli dei Guarany rinnego;
alla tua fede iniziami, prostrato al suol te n’prego”[17]; la suerte de Atzimba y Jorge es distinta, su trágico
desenlace concluye con la muerte: la princesa se suicida y el capitán español
es ofrecido en sacrificio a la diosa lunar.
22. A nivel musical ambas composiciones imprimieron el
color local a sus óperas. Por un lado, Gomes incluyó ritmos sincopados,
contratiempos y tresillos, propios de las "modinhas" (el primer género de música
popular brasileña): ejemplo de esto al final del segundo acto, al acercarse los
aimorés cuando atacan el castillo. Asimismo, la aparición
de un baile tribal en el tercer acto, cuando el cacique aimoré
tiene capturados a Cecilia y Pery. Por su parte,
Castro incluyó en la dotación instrumental de la Danza tarasca y en la Danza
guerrera instrumentos autóctonos: 4 caracoles en Si bemol (Bb) y teponaxtles.[18]
23. En la portada de la partitura de Il
Guarany [Figura 5] cohabitan tres planos. El primero es ocupado
por el título de la ópera y el autor en letras mayúsculas, sobrepuestos a una
ubérrima naturaleza y un toldo con la leyenda Opera Ballo in 4 atti. En el centro de la imagen, el segundo plano
alberga a los protagonistas de la ópera caminando en medio de la selva. Las
vestimentas delatan diferencias: mientras Pery
ostenta su piel de bronce y pasea con una especie de toga que descubrelos hombros; Cecilia, tomando el brazo de Pery, camina en la selva portando un vestido negro de cola
larga, el cual cubre la mayoría de su blanca piel. En torno a ellos, la floresta
compuesta por platanares, helechos y flores exóticas los cortejan. Al fondo, en
el tercer plano un pico que asemeja el Dedo de Deus del Parque Nacional da Serra dos Órgãos, corona la portada.[19] Tanto
el libreto de Scalvani y D’Ormeville,
como los diseños de escenografías de Carlo Ferrario [Figura 1, Figura 3 y Figura 4], privilegian a la naturaleza sobre las
construcciones hechas por los hombres: árboles frondosos, exuberantes plantas y
paradisiacos paisajes superan en tamaño y protagonismo a los edificios y
ruinas. En el específico caso de interiores, como lo es la habitación de
Cecilia [Figura 2][20],
el propio libreto prebenda al cielo y el paisaje, a pesar de no estar presentes
en la escenografía, son invocados y alabados por la protagonista, rasgo
característico de la literatura del Romanticismo. La portada de Il Guarany podría
representar el final del primer acto, cuando Pery y
Cecilia se confiesan mutuo amor.
24. En la portada de la partitura de Atzimba [Figura 6][21] una
ruina pétrea en grises y un marco rojo conformado por grecas blancas, que
recuerdan los diseños de Mitla, encuadran la información de la partitura; el
título de la obra corona el centro. Dichos elementos anteceden al segundo plano
que alberga un lago, probablemente el de Pátzcuaro.[22]
En la portada del Atzimba - que recuerda de alguna manera al
frontispicio de México a través de los siglos -,
la ruina funge como protagonista de la imagen, a diferencia de la
exuberante naturaleza que habita en la portada de Il
Guarany, y alude una contraposición: un
desarrollo cultural diferente. Mientras que los indígenas guaraníes y aimorés están más vinculados a la naturaleza, los
purépechas se relacionan con urbes donde viven y de las cuales dependen. Este
mismo rasgo quedó plasmado en las dos maneras de resolver las escenografías[23]:
como ya mencioné, en las acuarelas realizadas por Ferrario
para la Il Guarany,
predomina la naturaleza fecunda sobre las construcciones. En contraparte, en
las escenografías de Atzimba, de la autoría de un señor Méndez [Figura 7], prevalece y se
destaca una abigarrada arquitectura. Se pueden observar columnas que tienen
como modelo el segundo cuerpo del basamento del monumento a Cuauhtémoc, del
ingeniero Francisco M. Jiménez [Figura 8]. Asimismo, en la escenografía aparece un
solio [Figura 9].
Aquí una síntesis de elementos occidentales y no occidental: la mezcla de un
trono con dosel y un tepotzoicpalli[24] adosado. La escenografía pudo haberse inspirado en El
descubrimiento del pulque (1869) de José Obregón [Figura 10], ya que en
ambos aparece un adorno en forma de cruz y la decoración del remate es similar.
De igual manera, en la pintura de Isidro Martínez, Los informantes de
Moctezuma (1895) [Figura
11], en el fondo aparece una columna atlante que se emparenta
fuertemente con la solución de espacios interiores del señor Méndez.
25. Son dos maneras distintas de vestir a los indígenas en
las óperas en cuestión. En el variopinto de representaciones de Il Guarany
predomina la desnudez del torso, a la cual sólo se la atavía con collares,
penacho y uso de un faldellín. Aunque en el vestuario de Pery,
representado por el tenor Ludovico Giraud en 1880 [Figura 12], el faldellín
rebasa las rodillas y es de manga larga con guantes, la malla pretende emular
la piel bronceada del guaraní. De esta manera, la escasez de ropa en los
personajes indígenas va desde la falda a la inclusión de una túnica; dicho
rasgo se vuelve una constante en las representaciones futuras [Figura 13, Figura 14 y Figura 15]. La creación del imaginario indígena
brasileño, casi desnudo, está fundamentado en la pintura de Victor Meirelles La
primera misa en Brasil (1860) [Figura 16], y Moema
(1866) [Figura 17]; Iracema (1881) de José Maria de Medeiros [Figura 18]; y El último Tamoio
(1883) [Figura 19] de Rodolfo
Amoedo.[25]
En cambio, en Atzimba, se propone una vía diferente para representar la
vestimenta: el cuerpo del guerrero Hierepan se cubre con túnica y capa [Figura 20] y remite
fuertemente al Moctezuma del escultor Manuel Vilar [Figura 21]. El mayor
grado de desnudez se puede interpretar como una sintonía con la noción de
salvaje, por ende, dicho concepto no opera en los indígenas de Atzimba.
26. En suma, se observan dos maneras de concebir y apropiar
a los indígenas. En ambas pensar, construir y representar a los indios fue
tarea de los criollos. El caso brasileño propone todo un sistema de
representaciones que va del natural, pasa por el noble salvaje que se convierte
y funda las raíces de la nación.[26] Esta concepción se cristaliza en el
telón de fondo del Teatro Municipal de Rio [Figura 22]: en la pléyade constituida por
personalidades de la historia occidental que conviven con pensadores del siglo
XIX, Eliseu Visconti sitúa en la comparsa de luminarias a
Gomes, Alencar y hasta el propio Pery. Sin embargo,
no hay que olvidar que para activar dicho proceso, el
guaraní pasó por la criba de la moral occidental. Además, el futuro producto
del vientre de Cecilia “se blanqueó” mediante la lengua madre portuguesa. Caso
diferente el mexicano, en el cual se toma un capítulo de la historia regional,
los personajes principales mueren y la ópera se enterró muchos años en el
olvido. La manera de resolver el argumento parece indicar que aboga por el
rechazo a lo español y la tragedia del mestizaje.[27]
En el mismo tenor y la misma geografía, diez años después del estreno de Atzimba,
surge La leyenda de los volcanes de Saturnino Herrán [Figura 23]: un relato
pictórico que muestra los amores entre una “princesa blanca” y un “príncipe
indio”. Al igual que Atzimba, su desenlace es fatal. El tema indigenista
y el mestizaje aceptado para estas fechas, pasando por un tamiz decadentista
finisecular en el cual los amoríos y el erotismo son fatales, culposos, no
gozosos: una libertad erótica castigada en un amor sin frutos.
27. A pesar de que las dos óperas construyen una imagen
del indígena mítico, fueron concebidas en tiempos diversos: mientras que la
relación amorosa de Il Guarany
abreva de la literatura romántica, el trágico amorío de Atzimba se forja en el
Simbolismo: en la unión del Eros y el Thanatos.
Ambas óperas proponen dos desenlaces decorosos para los amores prohibidos:
mientras que para Brasil la purificación se lleva a
cabo a través del blanqueamiento y occidentalización, en la ópera mexicana fue
a través de la muerte de los protagonistas. Al final del día, en Il Guarany y Atzimba el designio divino desenvuelve las
tramas: mientras que al guaraní le dictan los dioses cristianos; los enamorados
de Atzimba se someten a la divinidad purépecha. Fatum
Fatis ego perea: hágase
el destino aunque yo perezca.
Referencias
bibliográficas
BIART, Lucien. La princesse Atzimba et le capitaine
Villadiégo. Reveu
des Deux Mondes, tomo 117.
CARMONA, Gloria. Álbum
de Ricardo Castro. Investigación iconográfica y documental. México:
CONACULTA, 2009, p. 147.
DIDI-HUBERMAN,
Georges. Imágenes pese a todo. Memoria Visual del Holocausto. Barcelona:
Paidós, 2004.
FLORESCANO,
Enrique (coord.). Espejo mexicano. México: CONACULTA/FCE, 2002.
FONSECA,
Rubem. El salvaje de la ópera. México: Cal y
arena, 2009.
GIRON, Nicole. La
idea de cultura nacional en el siglo XIX: Altamirano y Ramírez. En
torno a la cultura nacional. México: Instituto Nacional Indigenista, 1976,
GRUZINSKI, Serge;
ZÁRATE, Verónica. Ópera, imaginación y sociedad. México y Brasil, siglo XIX.
Historias conectadas: Ildegonda de Melesio Morales e Il Guarany de Carlos Gomes.
Historia Mexicana, vol. LVIII, núm. 2, oct-dic, México: COLMEX, 2008.
PIÑÓN, Alida. El
Universal, 30 de mayo de 2013. Versión en línea: <http://www.eluniversal.com.mx/cultura/71919.html>.
Acceso 18/09/2013.
El País, 21 de enero de 1900.
La Patria, 23 de enero de 1900.
Monitor
republicano, Distrito
Federal, 8 de octubre de 1882.
_________________________
[1] Deseo hacer público mi
agradecimiento a los profesores y compañeros del proyecto Getty Desplegando
la Historia del Arte en América Latina, módulo “Tradiciones
No-Occidentales”, en particular a los investigadores Fausto Ramírez, Laura Malosetti, Hugo Arciniega, Deborah Dorotinsky,
Roberto Conduru, María José Esparza, Elaine Dias y Consuelo Carredano. Sus comentarios, aportaciones,
acotaciones y sugerencias enriquecieron mi perspectiva y coadyuvaron a hacer
del presente escrito un trabajo digno. A todos ustedes: ¡muchas gracias!
[2] UNAM, Facultad de Filosofía y
Letras, IIE.
[3] A pesar de que la distancia
temporal entre los estrenos es de 30 años, la selección se hizo ex profeso. Ambas óperas reunían dos características:
temática indigenista e historia de amor sostenida entre otredades. De esta
manera, descarté la comparación con Guatimotzin
(1871) de Aniceto Ortega y El rey poeta (1901) de Gustavo Campa. El caso
de la ópera ecuatoriana Cumandá de Luis Humberto Salgado, basada en la
novela homónima de Juan León Mera (1879), comparte las
características de historia amorosa y temática indigenista, empero su estreno
fue hasta 1940. De igual manera, excluí el poema Tabaré (1888) del
escritor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, el cual tiene como tema el
idilio amoroso del indio Tabaré y la española Blanca en el contexto de la
guerra entre charrúas y españoles en el siglo XVI. La obra del uruguayo generó
cinco versiones operísticas (las adaptaciones de Alfonso Broqua,
Arturo Cosgaya, Heliodoro Oseguera, Tomás Bretón y
Alfredo Luis Schiuma) hasta la segunda década del
siglo XX.
[4] DIDI-HUBERMAN, Georges. Imágenes pese a todo. Memoria Visual del
Holocausto. Barcelona: Paidós, 2004, p. 65.
[5] Advertencia: no pretendo realizar
un estudio musicológico, sólo esbozar algunas líneas para “desdoblar la
Historia del Arte”.
[6] ¡Oh!, ¡cómo es bello el cielo!
Parece que la naturaleza en la hora del silencio misteriosamente penetra dentro
del alma. [Traducción libre de Jaime Aldaraca Ferrao]
[7] Los autores de la ópera se dieron la
licencia de cambiar el final la obra de Alencar. Mientras que en la novela el
desenlace consiste en la palmera que desaparece en el horizonte por el agua que
arrasa con todo y la promesa de Cecilia de reencontrar a Pery
en el cielo, en el más allá, el final abierto de la ópera posibilita la
construcción de los protagonistas de un futuro en el mundo de los vivos, en el
aquí y el ahora.
[8] FONSECA, Rubem.
El salvaje de la ópera. México: Cal y arena, 2009, p. 107.
[9] GRUZINSKI, Serge; ZÁRATE, Verónica.
Ópera, imaginación y sociedad. México y Brasil, siglo XIX. Historias
conectadas: Ildegonda de Melesio Morales e Il Guarany de Carlos Gomes.
Historia Mexicana, vol. LVIII, núm. 2, oct-dic, México: COLMEX, 2008, p.
818.
[10] Monitor republicano, Distrito Federal, 08 de octubre 1882, p. 3
[11] Deseo destacar la “controversia Biart-Ruíz”: hacia 1893 (dos años después de la publicación
de Ruíz) se publicó en la Reveu des Deux Mondes (tomo 117). La princesse
Atzimba et le capitaine Villadiégo”,
texto firmado por el francés Lucien Biart, el cual,
aunque menciona a Eduardo Ruíz, ronda entre el plagio y la paráfrasis casi
idéntica.
[12] El País, 21 de enero de 1900, p. 2.
[13] La Patria, 23 de enero de 1900, p.1.
[14] PIÑÓN, Alida. El Universal,
30 de mayo de 2013. Versión en línea: <http://www.eluniversal.com.mx/cultura/71919.html>.
Acceso 18/09/2013.
[15] El 10 y el 13 de abril de 2014
regresó al Palacio de Bellas Artes el montaje de Atzimba. Tuve la
oportunidad de asistir a la presentación del domingo 13 y considero su
escenificación muy poco afortunada: los vestuarios de los indígenas michoacanos
más bien parecían de sufís, la escenografía de las pirámides
asemejaban volovanes, aparecieron desnudos injustificados y durante el
interludio instrumental se exhibió una arbitraria coreografía sicalíptica de
Atzimba y sus damas, que además de procaz era un sinsentido. Tal vez este
último juicio suene a moralina, no obstante, hasta la fecha no consigo
explicarme la razón de coreografíar a las damas de
compañía como bailarinas de tubo (pole dancers).
[16] FLORESCANO, Enrique (coord.). Espejo
mexicano. México: CONACULTA/FCE, 2002, p. 37, tomada a su vez de GIRON, Nicole. La idea de cultura nacional en el
siglo XIX: Altamirano y Ramírez. En torno a la cultura nacional.
México: Instituto Nacional Indigenista, 1976, pp. 51-83.
[17] “Los ídolos de los
guaraníes reniego; a tu fe iníciame, postrado en el suelo te ruego”. Tercera
escena, cuarto acto. El texto completo en italiano está disponible en www.librettidopera.it
[18] CARMONA, Gloria. Álbum de
Ricardo Castro. Investigación iconográfica y documental. México: CONACULTA,
2009, p. 147.
[19] No es descabellado pensar que el
pico al fondo es el Dedo de Deus si tomamos en cuenta que en la escena
final de Il Guarany,
la acotación del libreto menciona que Pery addita il cielo,
señala el cielo.
[20] Considero pertinente hacer un paréntesis
para señalar otros elementos “No-Occidentales” en las acuarelas para las
escenografías de Il Guarany.
Carlo Ferrario resolvió la habitación de Cecilia
mediante un juego de exotismos: un artesonado morisco, diseños geométricos y un
dosel con columnas estilizadas que recuerdan fuertemente a las decoraciones neoegipcias. Esta “búsqueda de la otredad” en la ópera se
cristalizó también en la Aída de Verdi, ópera estrenada un año después
del Il Guarany
(1871), la cual recrea su argumento en el Antiguo Egipto.
[21] La portada corresponde a la
reducción para piano del “Drama lírico en tres actos”, la cual se localiza en
el fondo reservado de la biblioteca de la Escuela Nacional de Música, UNAM.
Cabe señalar que el propio documento no inviste a la obra musical de Castro
como ópera.
[22] Este principio de composición
gráfica se encuentra a lo largo del siglo XIX. Un ejemplo es el frontispicio de
la obra de Casimiro Castro México y sus alrededores, en la cual
encontramos al centro una estela y en torno la naturaleza. A diferencia de México
y sus alrededores, la estela de Atzimba está desplazada hacia la
derecha.
[23] Considero pertinente acotar y
anunciar al lector las diferencias espaciales de los dos teatros donde se
llevaron a cabo los estrenos: las dimensiones de La Scala de Milán superan por
mucho el exiguo escenario del Teatro Arbeu.
[24] El tepotzoicpalli
era un asiento elaborado con juncias tejidas con respaldo alto y cubierto de
pieles de jaguar. Estaba destinado únicamente para los dirigentes y era símbolo
de poder del tlatoani.
[25] Es pertinente mencionar que la
cimentación de la iconografía del indígena casi desnudo se localiza en las
representaciones de Theodor De Bry y en la alegoría
de América de Ripa. A pesar de la distancia temporal, la constante per
secula seculorum es el
énfasis de la naturaleza virgen.
[26] Cabe destacar una acotación que me
hizo la Dra. Elaine Dias: el Imperio brasileño dio
una importancia extrema al indigenismo durante los años sesenta hasta la década
de los setentas, en la cual se desvió la mirada, y la
guerra con Paraguay.
[27] Entre la tragedia del mestizaje y
el blanqueamiento-occidentalización existe otra vía que afrontó el choque entre
América y Europa: “la vía de malestar”. “El malestar del mestizaje” es plasmado
en la historia y plástica decimonónica del Río de la Plata a través del
cautiverio de Lucía Miranda, “la cautiva”, en manos de los indígenas salvajes.
En el caso argentino, estudiado por Laura Malosetti y
Cristina Iglesia, el indígena es despojado de nobleza y tildado con maldad y
negatividad, justificando así su exterminio.