La pintura histórica en la construcción
de proyectos nacionales: las “primeras misas” en América Latina
María Silvina Sosa Vota y Rosangela de Jesus Silva
VOTA, María Silvina Sosa; SILVA,
Rosangela de Jesus. La pintura histórica en la
construcción de proyectos nacionales: las “primeras misas” en América Latina. 19&20,
Rio de Janeiro, v. XII, n. 2, jul.-dez. 2017. https://doi.org/10.52913/19e20.xii2.01a
[Português]
* * *
1.
La
pintura, puede ser pensada como un elemento material y cultural y que significa
el resultado de un proceso creativo atravesado por múltiples fuerzas de poder
convergentes. Para Michael Baxandall (2006) el cuadro
es entendido como un objeto intencional, no es un elemento que por casualidad
aparece, sino que es el producto de un conjunto de acciones deliberadas.
Además de ser intencional, es una creación procesual y es importante adoptar
esta perspectiva de proceso para pensar en una pintura, para así poder
visualizar las relaciones sociales y de poder que intervienen en la creación.
En otras palabras, la pintura no plasma un momento en una tela, sino que a
medida que se van colocando nuevos elementos pictóricos en el lienzo, el pintor
va reconfigurando sus ideas a partir de lo que ya viene creando, además de que
el cuadro se somete constantemente a revisiones y correcciones.
2.
El
cuadro también está inserto dentro de una determinada cultura, en la cual
también se encuentra el pintor y autor del cuadro, quien como ser social
actuando en un contexto cultural realiza elecciones a partir de los elementos
que el momento y el lugar le ofrecen. Es decir, está sujeto, por ejemplo, a
determinadas opciones tecnológicas, a un mercado con características
específicas, etc. En el presente trabajo, se intentará abordar una
perspectiva sobre la pintura histórica que intente conjugar tanto el autor como
su contexto y el análisis de la pintura en sí.
3.
No se
puede dejar de lado uno de los elementos centrales a cualquier pintura, que es
su valor e interés visual. Según Baxandall (2006, p.
82), el pintor realiza una serie de trazos y manchas sobre un lienzo que tienen
como objetivo generar algún efecto visual que sea coherente con la intención
del autor. Así, la pintura puede ser entendida como una creación deliberada y
subjetiva, producto de la combinación de elementos pictóricos, que busca
transmitir un mensaje, una idea o un sentimiento. Es una forma de comunicación
cuya esencia se encuentra en lo visual.
4.
Para
adentrarnos en la cuestión de la pintura histórica a partir de América Latina,
resulta necesario tener una noción básica del momento que el continente estaba
atravesando. Nos centraremos un tiempo posterior al llamado período
independentista, donde América comienza a fragmentarse en distintas Repúblicas,
con excepción el caso de Brasil cuya “independencia” en 1822 mantuvo el sistema
monárquico de gobierno y solo pasó a un sistema republicano en 1889. Estas
nuevas delimitaciones territoriales, no necesariamente respetaron límites
culturales o divisiones históricas, sino que tuvieron una gran cuota de
arbitrariedad, ya que no se justificaron en las propias sociedades que allí
vivían y sus dinámicas culturales. Así, las nuevas repúblicas (y monarquía para
el caso brasileño) reúnen no solo diversas poblaciones de distintos orígenes
étnicos y formas de vida, sino que también agrupan ecosistemas, climas,
geografías diferentes dentro de un mismo gobierno. Esta gran diversidad
representa un desafío a estos nuevos gobiernos criollos y centralizadores, quienes por otro lado, vale decir que también son un
elemento dentro de ese complejo sistema pero que se imponen como hegemónicos.
¿Cómo generar una adhesión a la causa nacional sea republicana o monárquica?
¿Cómo generar un mismo sentimiento de identidad nacional a individuos y grupos
tan diferentes entre sí? Dentro de la gran variedad de herramientas que se
utilizaron para lograr estos objetivos, estaba la pintura de historia, aquella
imagen de enormes proporciones que brindaba soporte visual a la invención del
pasado nacional utilizado como discurso para cohesionar un territorio, una
nación, un imperio o una República.
5.
Dentro
de este contexto, era colocado en la pintura de historia un gran poder
político. Walter Pereira ubica el origen de esta conjugación particular de
poder político y arte en la Revolución Francesa:
6.
Desde a
Revolução Francesa podemos identificar a expressiva ação política do governo
francês em fazer da pintura um
instrumento de poder [...]. A arte foi apropriada pelo período
revolucionário francês como uma categoria de valor cívico e como instrumento didático na educação pública,
implicando numa determinação do poder político sobre as instituições culturais.
A multiplicidade de gêneros artísticos consagrava à pintura, especialmente à
pintura histórica, um lugar ímpar no
projeto cívico nacional. Uma arte monumental comemorativa, parte integrante
das festas e celebrações nacionais, produzida num circuito de encomendas
oficiais (PEREIRA, 2012, p. 97, cursivas nuestras).
7. Si bien no queremos repetir narrativas en las cuales
América Latina es colocada en una actitud de copia respecto a lo europeo, no
podemos desconocer los impactos que Francia y la Revolución Francesa tuvieron
en las ideas políticas y artísticas latinoamericanas durante el siglo XIX.
Francia se erguía como modelo civilizatorio y su enseñanza artística sirvió de
modelo a partir del cual se comenzaron a formar y a pensar las academias,
exposiciones y circuitos de consumo de arte en Latinoamérica. Con diferente
grado de intensidad según el lugar, las nuevas Repúblicas utilizaron la
adhesión al modelo francés en algunos casos, como camino de diferenciación del
pasado colonial ibérico.[1] Por
otro lado, las ideas de ciudadanía, nación, República, democracia y tantos
otros conceptos, que luego de la Independencia resonaban en América, se
fundamentaban muchas veces en textos de autores franceses vinculados o leídos
por la Revolución de 1789, por ejemplo, Jean Jacques Rousseau.[2]
8.
No
obstante, la realidad americana distaba mucho de la europea y los modelos,
conceptos, ideas, instituciones no eran aplicables de forma mecánica. Quienes
veían en Europa una fuente de “inspiración” para construir a las naciones
americanas, debían realizar adaptaciones, relecturas y traducciones, que dieran
cuenta de las particularidades regionales, generando así elementos innovadores.
Por este motivo, se puede hablar de un diálogo con Europa, pero no de simple
copia.
9. Para reforzar esta idea sobre la producción artística
latinoamericana con foco en la pintura de historia, Maria
Ligia Coelho Prado nos dice que la misma era tan original cuanto la europea y
que la ya mencionada idea de copia está pautada por parámetros eurocéntricos de
análisis. En sus palabras:
10.
Entendo
que as produções artísticas latino-americanas [...], não são meras copias da
produção europeia, pastiches sem criatividade ou originalidade. Ao contrário,
carregam reflexão e criatividade ou originalidade. A despeito de, no século
XIX, muitos pintores terem estudado na Europa, onde (re)aprenderam as últimas
técnicas e se familiarizaram com as novas correntes em voga, de volta à terra
natal, eles olharam para dentro de suas nações, interrogaram-se sobre sua
história e conceberam interpretações imagéticas dos acontecimentos. (PRADO, 2010, p. 188)
11.
He
aquí la originalidad y particularidad de los pintores de historia
latinoamericanos. Más allá de que hayan sido pautados por ideales artísticos y
estéticos identificados como europeos, debieron tratar de asuntos propiamente
de su región, tuvieron que involucrarse en ellos, empaparse de sus minucias y
traducirlos en términos pictóricos, atendiendo a las necesidades que en ese espacio
y de ese tiempo eran requeridas.
12.
Es
importante entender la pintura histórica en contexto, ya que las condiciones
que posibilitaron su aparición marcaran de forma significativa su desarrollo.
Este tipo de pintura académica[3] decimonónica
era considerado, dentro de la academia, como el género más noble y completo.
Esto se debía a que se entendía que un buen pintor de historia,
debería tener un dominio de los otros géneros pictóricos y saber hacer uso de
ellos en conjunto. Debido a esta complejidad, la pintura histórica no solo
demandaba un talento artístico particular, sino que también otorgaba un estatus
privilegiado al pintor de historia respecto a otros pintores de géneros
considerados menores.
13.
El pintor decimonónico que aspirase a la gloria
artística, al Arte con mayúsculas, estaba obligado a pintar cuadros de
historia, pero sólo podía hacerlo si la imagen que aparecía en ellos era del
gusto del Estado. (PÉREZ VEJO, 2007, p.214)
14.
La
cita precedente ayuda a pensar a qué se debía parte del prestigio del pintor de
historia: a su relación estrecha con el Estado. Lo que está en juego e
involucra al Estado decimonónico con las artes, es la configuración de un
soporte visual para un pasado nacional que estaba siendo inventado a través de
la historiografía. Según Tomás Pérez Vejo (2007), el Estado del siglo XIX
por medio de sus diferentes instituciones como las academias de Bellas Artes o
las exposiciones, direccionaba la producción artística nacional hacia donde
estaban sus intereses. Respecto a la pintura de historia, las enormes
dimensiones de este tipo de pinturas,[4] el gran trabajo intelectual, manual y técnico del
artista para su elaboración, llevaban a que una obra de este tipo fuese
considerablemente cara para la adquisición de particulares. Esto sumado al
propio objetivo de erguir un pasado nacional que evocase el patriotismo, al que
los artistas debían atenerse si querían ser bien sucedidos, llevaba al Estado a
tener casi el monopolio artístico del género histórico.
15.
Partiendo
en la mayoría de los casos de las necesidades del Estado, el pintor de historia
exploraba tiempos pretéritos, zambulléndose en la historiografía de la época y
las fuentes documentales a las que tenía posibilidad de acceder, para así poder
extraer de ese cúmulo de experiencias y acontecimientos pasados, aquellos que
fuesen épicos y monumentales para ser imaginados y plasmados en un lienzo de
enormes dimensiones que debía de impactar al público que lo viese. Muchas
veces, la verosimilitud era confundida con la verdad histórica; si el pintor
investigaba y a partir de esa investigación concebía tal o cual imagen, el
respaldo historiográfico que tenía, le otorgaba el estatus de verdad. De esa
manera, el mensaje transmitido por la pintura era legitimado por la historia,
por una historia que en la época se quería constituir como ciencia y como tal,
ser un instrumento para llegar a verdades. Con respecto a este tema, Isis
Pimentel de Castro nos dice que
16.
A
pintura histórica procurou marcar sua legitimidade por meio da investigação
científica. Essa tradição buscou distanciar-se de categorias como “imaginação”,
carregadas nesse momento de conotação negativa. Os pintores de história
empenhavam-se em representar “o que realmente aconteceu” [...]. O pintor
deveria permear todo seu trabalho por minuciosa pesquisa histórica a atenta
observação [...]. De nada adiantariam todos seus estudos de anatomia e de
claro-escuro, se, na representação de um grande momento da história nacional,
não se vestissem os atores com roupa da época ou não se reconstituísse o
ambiente o mais fidedignamente possível. As fontes tornavam-se seu refúgio,
pois, quando a crítica o atingia, sua defesa era pautada no arrolamento dos
documentos nos quais se baseara [...]. (PIMENTEL, 2005, p. 348)
17.
La
representación visual de la historia, estará
influenciada por las ideas historiográficas de la época. Grosso modo, la
historiografía del siglo XIX, era evolucionista, linear, es decir, traía la
idea de que la humanidad caminaba en un sentido de avanzar a formas mejores,
más complejas y civilizadas. La historia mostraba el progreso y el camino de la
civilización y, dicho sea de paso, progreso y civilización serán dos palabras
claves, especialmente a la hora de analizar el discurso latinoamericano en el
siglo XIX. En este sentido, a la historia le era otorgado el papel de ser magister
vitae, es decir, “maestra de la vida”. Así, el estudio de la historia
debería proporcionar lecciones a futuro, debería ser la portavoz de un mensaje
de tiempos pretéritos con validad para el presente. Estas ideas se manifestarán
en la pintura histórica, tanto en la elección de determinadas temáticas sobre
otras, como también en los usos que se harán de las obras.
18.
Retomando
las relaciones de la pintura, la historia y Estado, tanto en Europa como en
América, esta particular conjunción de arte, visión e historia colocada bajo el
ala estatal y de esta manera constituida como elemento de poder político para
generar adhesión nacional, se destaca como instrumento de conocimiento y
herramienta pedagógica. Su función comunicativa y de mostrar al receptor del
mensaje, una determinada versión del pasado que se hacía presente a partir de
la configuración de manchas, colores y trazos de una pintura, permitía al
espectador conocer una versión del pasado nacional que se manifestaba ante sus
ojos. A su vez, esta versión de la historia, era hecha
a partir de la selección del pasado glorioso que inspirara valores
cívicos, el orden y el patriotismo. De esta manera, el Estado utilizaba la
pintura como un espacio privilegiado donde dar a conocer la historia nacional y
así, transmitir y fijar en las mentes de los ciudadanos el amor a la patria a
través de épicos momentos de los que deberían sentir orgullo.
19.
No se
debe dejar de tener en vista que “a invenção de um passado comum
visava fundamentalmente à criação
de uma identidade nacional”
(PIMENTEL, 2005, p. 350), tan necesaria para la legitimación de las nuevas
naciones. Walter Pereira confiere a la pintura de historia el poder de unir al
individuo con un todo, así, “cada espectador ao
realizar sua leitura, constrói uma relação
entre a imagem e a nação”
(2012, p. 96). En otras palabras, las pinturas históricas serían un medio para
integrar al público que las observase con la propia historia nacional,
procurando generar una identificación de ese individuo con el grupo nacional,
con la comunidad. En el mismo sentido, la identificación del
ciudadano-observador con la imagen que aparecía ante él, daría lugar a que ese
individuo recibiera un poderoso y simbólico mensaje sobre la
memoria nacional, la cual respondía a los intereses del Estado,
quien pretendía que se tornase colectiva a través de su difusión, sea por medio
de la palabra escrita – la historia -, o de la imagen – pintura de
historia.
20.
Sobre
el concepto de memoria, Jô Gondar
(2005) hace énfasis en que ésta es una construcción procesual, hecha a partir
de relaciones y valores y bajo ningún concepto, implica una verdad. Por otro
lado, advierte que existen tantas memorias como grupos humanos. Con la pintura
histórica y su uso político, vemos una intencionalidad de forjar una memoria
hegemónica nacional – que se pretende verdadera -, sobre el pasado
histórico, para así contribuir a una identidad nacional que genere adhesión de
los individuos con el Estado.
21. Retomando la idea de la memoria como campo de luchas,
se puede decir que este embate se tiene como protagonistas al olvido y al
recuerdo. Pérez Vejo (2007) nos advierte que si bien
la pintura de historia permite elevar una memoria, un recuerdo sobre el pasado,
también oculta y silencia otras memorias. Al respecto de los estudios sobre el
tema, dice:
22.
Se ha hecho, sin embargo, mucho menos hincapié en
la contribución de la pintura de historia a la invención del olvido; en la
importancia que este género pictórico en la política de una memoria que
permitió eliminar del pasado nacional aquellas imágenes sin cabida en el
retrato canónico de lo que la nación era (PÉREZ VEJO, 2007, p. 213)
23.
El
autor llama la atención a que es de igual importancia lo que se olvida y lo que
se recuerda, porque ambos procesos corresponden a la misma lógica de embates de
la memoria. Tanto el olvido como el recuerdo, el rescate o el descarte de
una memoria u otra, nos dicen sobre el carácter de la construcción visual
nacional, cómo esta se quería mostrar y proyectar, qué lugares eran atribuidos
a los diferentes actores sociales en los proyectos republicanos o imperiales y
un sinnúmero de informaciones más. Sumado a la idea que encima fue mencionada
sobre el Estado como tutor y monopolio de este género de pintura, queda claro
su papel e influencia sobre la memoria y el imaginario nacional a partir de las
representaciones visuales de las pinturas con temas de historia, principalmente
por medio de tener el poder de elegirla.
El tema de la primera misa
24.
Los
temas de la pintura de historia son bien variados, dependen en gran medida del
contexto, del lugar donde fueron hechas y del tiempo que las vio surgir. No
obstante, muchas temáticas se reiteran en diferentes momentos y lugares. Entre
ellos, los temas considerados como fundacionales de la nación, tales como el
proceso de conquista o de independencia, por ejemplo, son recurrentes en varias
telas latinoamericanas y son representados a través de diversas formas. Un
asunto que llama la atención por su persistencia en el tiempo durante gran
parte del siglo XIX y las primeras décadas del XX, es el de la primera misa. Analisaremos las siguientes pinturas de historia
(mencionadas en orden cronológico): La
primera misa [Cuba] (1827), de Jean Baptiste Vermay (1786-1833) [Figura 1]; Le Première Messe en Amérique (1850), de Pharamond Blanchard (1805-1873) [Figura 2]; Primiére messe en Kabylie (1855), de Horace Vernet (1789-1863) [Figura 3]; A primeira missa no Brasil (1860), de Victor Meirelles (1832-1903) [Figura 4]; La primera misa en Chile (1904), de Pedro Subercaseaux (1880-1956) [Figura 5]; y La primera misa en Buenos Aires (1910), de José Bouchet (1853-1919) [Figura 6].
25.
Como
es posible apreciar por la sucesión de títulos y autores, el tema fue apropiado
y configurado de diferentes maneras por varios pintores. En un período que va
desde 1827 a 1910, hemos identificado seis pinturas que imaginan la primera
misa en un lugar específico, cinco en América y una en África. Cada pintura
tiene recorridos bastante particulares, tienen motivos diversos y sus autores
son diferentes. No obstante, verlos en conjunto y realizar comparaciones entre
ellos, será un camino metodológico que adoptaremos para poder observar las
particularidades de cada pintura, las ausencias y las presencias colocadas en
cada lugar en específico, intentando entender, en la medida de lo posible, los
motivos para esos recorridos de cada pintor.
26.
Como
forma de hacer unas lecturas generales sobre este conjunto de pinturas, se
puede apreciar que en las narrativas que proponen todas dan cuenta de un
proceso de conquista y colonización de Europa hacia América o África en
momentos históricos diferenciados. Para el caso de las pinturas sobre América,
éstas están enmarcadas entre los siglos XV y XVI, mientras que
para el caso de Cabilia, en la actual Argelia el acontecimiento se coloca en el
siglo XIX, elemento que será importante tener en cuenta cuando tratemos de cada
trabajo en particular.
27.
Por
otro lado, como muestran las telas, dentro de ese proceso de expansión europea,
el cristianismo tenía un lugar de destaque y acompañaba el proceso de la
conquista militar. A diferencia de lo que se puede pensar cuando se habla de
conquista - como violencia, muerte, injusticia, etc. -, ninguna de las pinturas
seleccionadas parece sugerir asociaciones con estos valores negativos. Esto nos
está diciendo sobre el particular lugar ideológico y político, desde el cual
los pintores se están colocando.
28.
En el
caso de Cuba, América, Buenos Aires, Chile, y Brasil, las pinturas nos sitúan
en un lugar específico y en un momento particular. Estamos ante el preciso
instante en el que se estaba celebrando la primer misa
cristiana en el lugar que el título de cada cuadro específica. Es
el momento embrionario de una nación que se bautiza. Curioso es que en el
momento en el que se desarrolló realmente el momento retratado, el lugar no
tenía todavía ese nombre, ni las connotaciones que a cada nomenclatura se
asocia. Por lo tanto, estamos tratando de lecturas retrospectivas de los
pintores, que asocian un concepto-nombre como ellos lo conocen en ese momento a
un hecho del pasado que coincide, probablemente, en su ubicación geográfica con
el lugar al que quieren referirse pero que no tiene las mismas implicancias.
Para ser más claros, pongamos el ejemplos de Bouchet y
Buenos Aires. Al momento de enfrentarse al lienzo y crear una imagen sobre la
primera misa en Buenos Aires, esta denominación de espacio sugiere una ciudad
portuaria, capital federal, integrante importantísima de la República
Argentina, ex capital del Virreinato del Río de la Plata, entre muchas otras
cosas. No obstante, al preciso momento al que se está haciendo referencia,
ninguna de estas cosas había ocurrido. De esta manera, al colocar el nombre
Buenos Aires, se genera una serie de valores colocados retrospectivamente en
aquel momento fundacional que se relaciona al presente del pintor y del
observador, sea este del siglo XIX o del XXI.
La primera misa
en Cuba
29.
Si
comenzamos el recorrido por las pinturas de las primeras misas en orden
cronológico, aparece primero La primera misa [Cuba] del año 1826 de Jean
Baptiste Vermay [Figura 1].
Comencemos por recordar que Cuba en este momento no era una República, sino que
todavía formaba parte del Imperio Español. De hecho
Cuba será uno de los últimos enclaves coloniales españoles en la región
americana y caribeña.
30.
Vermay
fue un pintor francés nacido en Tournan-en-Brie en 1786. De joven, fue enviado a París para tomar
clases de pintura con el renombrado artista Jacques Louis David, (1748 – 1825),
pintor oficial de la corte de Napoleón. Tuvo breves estancias en
Alemania, Italia y Estados Unidos, hasta que recibe el encargo de restaurar
algunas obras y pintar otras con temas
religiosos en La Habana, finalizando la segunda década del siglo XIX, ciudad
donde se establecerá hasta su muerte en el año 1833. En Cuba, tuvo
un papel destacado en la institucionalización de la enseñanza artística,
fundando en 1818 la Escuela de Dibujo en el Convento de San Agustín, la cual
acabará tornándose Academia de San Alejandro en 1831 y donde ocupará el cargo
de director hasta su fallecimiento.
31.
La
Primera Misa cubana está
ubicada en el mismo lugar donde descansan las cenizas de Vermay,
en El Templete. Esta edificación religiosa, pautada por una estética
neoclásica, fue erguida en 1827 con el objetivo de ser un monumento religioso y
político ubicado en el lugar donde se supone se realizó la primera misa y el
primer cabildo de La Habana. Al construirse el edificio, le fue encargado
al pintor francés la realización de tres pinturas para ser colocadas dentro del
Templete. Cada una de las pinturas de esta serie no puede ser abstraída de la
secuencia en la que se pensó, ya que las tres dialogan entre ellas, con el
edificio y con la historia.
32.
Además
de la pintura sobre la primera misa pintada en 1826, Vermay
pintó una que trata sobre el primer cabildo y data del mismo año [Figura 7]
y otra que tiene el tema de la inauguración del templo y fue pintada en 1828 [Figura 8].
Las tres obras refieren a tres acontecimientos fundacionales que tuvieron lugar
en el mismo espacio
y el edificio que las contiene es un
monumento conmemorativo de los mismos hechos. A partir de esto, podemos inferir
sobre las relaciones entre el poder religioso y el poder político y un
entrecruzamiento de los mismos para la construcción de
una memoria cubana. Tanto la religión a través de la primera misa, la política
con el primer cabildo y su fusión en la inauguración del templo fueron pensados
por Vermay y por todos los interventores en la
construcción del Templete como momentos primordiales y fundacionales de la
historia de Cuba.
33.
Ahora
bien, enfocándonos en el análisis de las pinturas y privilegiando la del tema
de la primera misa, si comparamos a ésta con la del primer cabildo, un elemento
llama particularmente la atención: el árbol. Este árbol - la ceiba -, parece
ser un elemento central tanto para El Templete como para la historia de la
isla. Este árbol de gran proporción sería el que indicaría efectivamente donde
se dieron los acontecimientos que trata Vermay.
Actualmente una ceiba se encuentra frente a la fachada del Templete, a pesar de
no ser la misma que había a la llegada de Diego Velázquez de Cuéllar[5]
en el siglo XVI, se hizo un esfuerzo durante mucho tiempo de que al morir una
ceiba se colocara otra en el mismo lugar, para así actuar como testimonio
histórico del paso del tiempo y de los importantes acontecimientos. Vermay al recurrir a la pintura del árbol ésta imprimiendo
legitimidad a su pintura a partir de la historia de conocimiento popular que
decía que tanto la primera misa y el primer cabildo se habían celebrado bajo la
sombra de la gran ceiba.
34.
Dentro
de la composición de La primera misa, la ceiba ocupa un espacio
privilegiado y nos marca la división entre dos planos: el fondo, el paisaje
montañoso, natural, virgen y al frente un espacio sagrado, de bendición de la
isla y de punto de partida de una civilización pautada por la religión. Al
centro de la pintura, siguiendo la misma línea del árbol se encuentra el padre
encargado de llevar adelante el primer momento sagrado de la isla, haciendo uso
de su palabra y de lo que se ve como un altar improvisado. Este hombre
probablemente se trata de Bartolomé de Las Casas (c. 1474 – 1566), llevado a
Cuba como capellán por el conquistador Diego Velázquez de Cuéllar, para
encargarse de la cristianización o en otras palabras,
de la conquista religiosa.
35.
Vemos
que la línea del árbol, que continúa Las Casas, divide a la pintura en dos,
englobando dos grupos de personajes diferenciados. Hacia la izquierda, tenemos
al grupo de conquistadores consciente del sacro momento que están viviendo. En
cambio, en el espacio de la derecha vemos a un grupo de indígenas junto con un
europeo. Este europeo, por la jerarquía que nos informan sus ropas, su posición
y su espacio diferenciado otorgado en la pintura de Vermay,
parece ser el propio Diego Velázquez de Cuéllar. Velázquez está retratado en
una actitud particular: está enseñándoles, indicándoles a los indígenas cómo
comportarse en la misa, les está mostrando el camino de la religión cristiana.
De esta manera, Vermay parece estar de alguna manera
suavizando la imagen de duro y cruel conquistador al colocarlo a la par de la
religión y como conductor de la misma. Una de sus
manos está encima del hombro de un indígena, quien está de rodillas y con sus
manos en proceso de juntarse, como símbolo de su buena capacidad de aprender e
incorporar la fe cristiana, y la otra mano apunta hacia el altar y a Las Casas,
reforzando su papel de maestro en ese proceso. Tanto este indígena hincado como
el otro que se destaca y que está de pie, tienen el torso desnudo y la pintura
de sus caras no está tan detallada como la de los otros rostros que aparecen en
la pintura, por lo que a primer golpe de vista, no
estamos seguros del género de los mismos. Sin embargo, el que está arrodillado
tiene en su espalda una especie de canasta alargada donde se guardarían
flechas, por lo que podría sugerir sino que es
guerrero que es cazador y por este motivo asociado a una función masculina.
36.
Para
finalizar con el caso cubano, es pertinente para el presente trabajo tener en
cuenta que La primer misa de Jean Baptiste Vermay, resulta del particular cruzamiento de un motivo
religioso tomado como evento político y fundacional de un espacio, de una
unidad política administrativa y que parece importante destacarlo en el siglo
XIX como momento primordial del pueblo de Cuba, que dicho sea de paso, por más
que haya sido apenas en La Habana se generaliza al conjunto de la isla,
posteriormente constituida como República. El hecho de que El Templete continúe
teniendo un lugar destacado en Cuba nos indica
que el discurso que contiene en su interior tiene todavía una vigencia y hay un
interés por mantenerlo.
La primera misa en América
37.
El
autor de Le Première Messe
en Amérique [Figura 2]
fue el pintor y litógrafo francés Pharamond
Blanchard, nacido en Lyon en el año 1805 y fallecido en París en 1873. En 1819
ingresa a la Escuela de Bellas Artes en París y posteriormente, en 1825 se
traslada a Madrid, España, para formar parte de un grupo de artistas que trabajarían
en una obra titulada Colección litográfica de los cuadros del rey de España,
publicada al año siguiente. Luego de ese trabajo se instala en la ciudad
realizando pinturas como artista independiente. De la península Ibérica
recibirá una gran inspiración para la realización de pinturas a partir de esa
cultura, las cuales presentará periódicamente en los Salones de París a partir
de 1834. Llegando a la década de los 40, realiza recorridos por México en medio
de la Intervención Francesa en dicha región, como miembro de una expedición
oficial a cargo del militar Charles Baudin (1784 - 1854)
38.
Durante
su estancia del otro lado del Atlántico, también conoce Cuba. Este dato puede no
ser menor si nos trasladamos a un terreno de lo hipotético. Es decir, para la
época que Blanchard conoció la isla, El Templete ya estaba construido y La
primera misa de Vermay, pronta. Además, el templo
tiene una ubicación central en la ciudad de La Habana, por lo que debería ser
un espacio de tránsito común. Sin embargo, no tenemos como comprobar esta
hipótesis, pero a pesar de ello si podemos plantearlo como una
interrogante. Lo que sí sabemos es que a partir de su pasaje por América
y el Caribe, comienza a pintar una serie de cuadros relativos al descubrimiento
(BISPO, 2009).
39.
Entre
esos cuadros se encuentra La primera Misa en América la cual fue
expuesta en el Salón de París de 1850. Al año siguiente, en el mes de enero, Le
Magasine Pittoresque,
una revista parisiense publica una litografía de la pintura, la cual ampliará
los espacios de circulación a los que podrá llegar y eso nos indica el éxito de
esta pintura dado por el interés en publicarla en un periódico [Figura 9].
40.
Blanchard
imagina y plasma una forma de cómo podría haber sido la primera misa consagrada
en América. Esta habría tenido lugar en el año 1493, en el marco del segundo
viaje de Cristóbal Colón hacia las Indias. El lugar geográfico donde se supone
que esta celebración ocurrió fue en la isla La Española, actualmente Santo
Domingo, más específicamente en el lugar bautizado como La Isabela en honor a
Isabel la Católica. El encargado de realizar el solemne acto habría sido el
vicario apostólico Fray Bernardo Boyl (también
escrito Boil).
41.
Concentrándonos
en la imagen, vemos que uno de los impactos iniciales que tiene el espectador
al observar la pintura, es la abrumadora naturaleza americana. Sobre todo, en
la mitad superior de la composición, una gran variedad de
especies diferentes aparecen representadas tomando un lugar destacado,
creando una espesura de la vegetación que probablemente dialoga con el
imaginario de exotismo y exuberancia que circulaba en Europa sobre América.
42.
En la
mitad inferior de la tela, podemos distinguir tres planos. De atrás hacia
adelante, vemos un paisaje costero, con unas incipientes montañas al fondo y
unas poco detalladas embarcaciones que están navegando. En la secuencia, vemos
sobre la izquierda, en tierra firme, un grupo de lo que suponemos sean europeos
que escuchan la misa y que parecen dar una noción de populoso público asistente a la misa. Finalmente, en el primer
plano tenemos la celebración de la misa en sí, en un altar improvisado y los
dos principales grupos de asistentes. Esos asistentes pueden dividirse en dos
grupos bien diferenciados y separados materialmente por un conjunto de plantas
y flores frondosas: los europeos y los indígenas. Mientras que los primeros
escuchan la misa con atención y tienen una postura de respeto ante el momento,
indicando su consciencia de lo sagrado que representa, los indígenas muestran
cierta indiferencia y recelo ante el acontecimiento. Algunos hablan entre
ellos, otros miran con desconfianza. La postura de este grupo de sujetos como
conjunto transmite la idea de que el momento que están presenciando no tiene un
valor sagrado para ellos. Además de eso, algunos de los indígenas están
desnudos y al parecer esto es colocado como símbolo de inferioridad. Por otro
lado, la desnudez y la mayor proximidad con la tullida vegetación,
parecen indicar una relación de fusión con la naturaleza. De esta manera, se
contraponen visualmente los europeos civilizados y los indígenas salvajes como
la naturaleza. Triangulando a los dos grupos, en el vértice se encuentra el que
suponemos sea el Fray Boyl junto con un ayudante,
bajo la sombra del toldo en el improvisado altar. La disposición de estos
elementos sugiere que la religión ha comenzado a abrirse camino dentro de la
espesa floresta, pues el altar parece configurarse como una puerta hacia ese
bosque que aparece oscuro y donde se debe llevar la religión cristiana.
La primera misa en Cabilia
43.
Del
conjunto de pinturas escogidas con el tema de la primera misa que elegimos
analizar, el caso de Horace Vernet es lo único que no está pensada en América
Latina, sino que intenta retratar el momento en África, concretamente en
Cabilia, región que actualmente se encuentra en Argelia [Figura 3]. A
pesar de tratarse de un espacio africano, nos sirve para el ejercicio
metodológico comparativo y además será de especial importancia tener en cuenta
esta pintura al estudiar el trabajo de Meirelles a
continuación.
44.
Emile
Jean Horace Vernet fue un pintor francés, nacido en una familia de tradición de
pintores, que vivió entre 1789 y 1893. Tuvo una formación en pintura académica
clásica y su tema más recurrente son las escenas de batalla del ejército
francés. Además de escenas bélicas, también pintó cuadros de tipo orientalista,
basados en su experiencia en el norte africano. El patriotismo evocado en
sus lienzos le valió el mecenazgo del duque de Orleans, quien posteriormente se
tornó el rey Luis Felipe I de Francia, último rey de los franceses. Hacia la
década de 1830 recibe el encargo oficial de ser el cronista gráfico de las
tropas francesas en sus incursiones en el norte africano. Vernet acompañó al
ejército de Francia en sus expediciones del otro lado del Mediterráneo, donde
actualmente se encuentra Argelia.
45.
Como
recién mencionamos, Vernet estaba encargado de registrar visualmente la
ocupación francesa en el norte de África y este dato no es menor, ya que, a
diferencia de las otras primeras misas encima comentadas, Vernet participó
efectivamente de la considerada primera misa en Cabilia y a partir de su
experiencia, de su vivencia, realizó una composición pictórica, la cual se
convierte para el presente trabajo en objeto de análisis. A diferencia de Vermay y Blanchard que pintaban sobre tiempos pretéritos de
los cuales solo tenían conocimientos a través de la historia, Vernet pinta un
proceso que le es contemporáneo. Pero, ¿será que
Vernet es más objetivo o su pintura más real por su calidad de testimonio?
Peter Burke (2005, p. 18) advierte que no se debe
creer ciegamente en lo que una pintura de este tipo representa, como si fuese
“como de verdad ocurrió”, pues el hecho del pintor haber presenciado el
acontecimiento no la hace más fidedigna. El artista pudo haber realizado
bocetos y luego, a partir de ellos, construido otra imagen colocándole nuevos
elementos y referencias que podrían responder a cuestiones estéticas, de
prestigio de la propia técnica o convenciones pictóricas y simbólicas.
46.
Para
analizar la imagen podríamos dividirla en cuatro planos. De atrás hacia
adelante, tenemos un paisaje de montañas imponentes colocadas de tal manera que
nos proporcionan una profundidad de la pintura que percibimos a través de los
picos montañosos que van apareciendo atrás de cada montaña. Tanto las montañas
en este caso, como la espesa floresta en el caso de la pintura de Blanchard, se
presentan como un obstáculo a ser superado por la conquista. Por lo tanto, se
puede ver un discurso en el cual se advierte un desafío por el cual los
conquistadores deberán pasar y superar, colocándolos como figuras heroicas.
Volviendo al análisis de la pintura, al pie de las montañas – dándonos una idea
de que estamos observando un valle - podemos ver una escena de campamento
militar: varias carpas aparecen en el horizonte, así como también tropas del
ejército que ordenadamente se dirigen al lugar de la misa. Más hacia el frente,
tenemos el altar, uno no tan improvisado como los pintados por Vermay y Blanchard, sino que, a pesar de percibirse que es
efímero como los otros, cuenta con mejores condiciones de infraestructura para
la celebración religiosa. En dicho altar, un padre y dos religiosos que lo
secundan, están en un movimiento verdaderamente sagrado y sublime de la
celebración cristiana. Es curiosa la disposición y los elementos que se
encuentran en el altar, sobre todo los tambores marciales que se encuentran por
detrás de la cruz. Esto sugeriría una relación entre el poder religioso y el
poder militar, una comunión especial de estas dos esferas en el proceso de
conquista. Finalmente, en el primer plano, tenemos sujetos que por su
vestimenta diferenciada entendemos que son del norte africano, es decir, contra
quienes estarían luchando los franceses en su proceso de colonización
imperialista del siglo XIX.
47.
El
primer plano podemos a su vez, dividirlo en tres partes. Hacia la izquierda, un
grupo de cuatro hombres, vestidos con ropas árabes y sin zapatos. Probablemente
el hecho de que el pintor haya elegido representarlos sin calzado, esté
relacionado con una forma de colocar en un plano de inferioridad su cultura.
Esto se debe a que el estar descalzo se relaciona a la esclavitud, a la pobreza
y a la salvajería. Por otro lado, en las actitudes de dos de los hombres
del grupo, vemos una cierta indiferencia a lo que está ocurriendo en el altar.
Hacia el centro de la pintura, podemos identificar otro grupo, que por poseer todos la misma vestimenta y una especie de
lanzas, suponemos que sean parte del ejército nativo de esa región. Todos ellos
están severamente alineados y de rodillas reverenciando la escena que está
ocurriendo a su frente. Por último, sobre el margen derecho vemos la única
presencia femenina reconocible. Esta mujer, parece estar curando y cuidando de
un soldado herido en algún enfrentamiento, lo que refuerza la idea de que la
escena se da en un campamento militar.
48.
A
partir del análisis de la imagen, podemos determinar que a pesar de Vernet
estuvo en el lugar al que hace referencia y el hecho de haber presenciado
situaciones similares, imprime en la composición su punto de vista francés con
características orientalistas.[6] Su discurso es bien claro respecto a los nativos: así
como Blanchard representa indígenas indiferentes en la misa, Vernet hace lo
mismo con sus personajes norteafricanos y también lo hará Meirelles
con algunos indígenas “brasileños”. Además, establece una alteridad entre los
que respetan y los que no, los europeos conquistadores y los nativos. Por otro
lado, proyecta una dominación sobre esa alteridad: los miembros del ejército
no-francés que se encuentran en primer plano están en perfecto orden y
reverencia ante la Santa Cruz. Esto puede verse como símbolo de que algún avance
fue hecho en términos de cristianización en Cabilia y en algún punto, una
victoria de Francia.
49.
La
gran diferencia que debemos destacar a modo de cierre del análisis de esta pintura, es la representación de los nativos en Vermay, Blanchard y Vernet: mientras que en los dos
primeros los nativos americanos son casi parte de la naturaleza y están en una
clara posición de inferioridad, con Vernet los nativos africanos fueron una
amenaza neutralizada. No están desnudos, no son parte de la naturaleza y por ello
representan además de todo lo ya mencionado, una victoria militar y política y
no solo religiosa. No obstante, no debemos olvidar que las dos primeras
pinturas comentadas refieren a un período de primer contacto entre culturas que
no tenían casi conocimiento la una de la otra desde una perspectiva
eurocéntrica, lo que también parece objetivo enfatizar en las pinturas,
mientras que en el caso de la África mediterránea ya existe una serie de
intercambios de larga duración.
La primera misa en Brasil
50.
Después
de haber tratado sobre dos pintores franceses, dos tratando sobre América y uno
sobre África, llegamos al primer latinoamericano en pintar la primera misa de
su propia América Latina, donde veremos más claro el entrelazamiento entre
arte, historia y Estado nacional. Hijo de inmigrantes portugueses, Victor Meirelles de Lima, nació
cerca de la actual ciudad de Florianópolis en el año 1832 y vivió hasta el año
1903, al fallecer en Río de Janeiro. Meirelles
comenzó su formación académica oficial en la Academia Imperial de Bellas Artes
en Brasil y en reconocimiento de su talento ganó en 1853 una beca de estudios
para Europa, donde pintará A primeira missa no Brasil en el año 1860 [Figura 4].
51.
En ese
momento, la Academia Imperial de Bellas Artes de Brasil estaba bajo la
dirección de Manuel de Araújo
Porto Alegre
(1806-1879) y a su vez se encontraba bajo un protectorado de Don Pedro II.
Según Teresinha Sueli Franz
(2007), el director de la Academia se reunía semanalmente con el Emperador y a
su vez mantenía correspondencia asidua con el joven pintor. De esta manera, Meirelles se mantenía vinculado a las necesidades del mundo
artístico brasileño y pensaba en pro de este, además de tener que cumplir con
las obligaciones que había contraído con la beca de estudios que implicaba
ciertas exigencias del pintor a cumplir con el país de origen, por ejemplo, enviar
regularmente pinturas. Este requerimiento lo cumplía con gran satisfacción, lo
que permitió alargar su estancia en Europa de los tres años contemplados por la
beca, a ocho.
52.
En el
año 1859, estando en París, aparece la idea de pintar la primera misa. Para
ello, Araújo Porto Alegre le sugiere en su intercambio epistolar, que para
dicho propósito utilizara la recientemente “redescubierta” carta de Pero Vaz de Caminha (1450-1500).[7]
Esta carta había caído en el olvido durante algunos siglos, pero en las
primeras décadas del XIX, sale a la luz y se la denomina como “Certificado de
nacimiento de Brasil” pues es el primer documento escrito que habla sobre la
futura nación. En ella se plasman las impresiones de este portugués letrado
respecto al “encuentro” con la cultura indígena y los primeros intentos de
comunicación e intercambio, de entre los cuales está la primera misa. Este es
un ejemplo de la labor investigativa del pintor, que como mencionamos en la
primera parte, busca en la historiografía y en los documentos a su disposición
la inspiración para su pintura y la base que le dará legitimidad.
53.
Además
de la referencia de Caminha, Meirelles
tenía la referencia del pintor francés que acabamos de tratar, Horace Vernet,
probablemente a partir de relaciones establecidas en los Salones de París.
Tanto la ya citada Teresinha Franz, como Maria de Fátima Couto (2008) afirman esta conexión entre
los dos pintores, basando sus afirmaciones en Jorge Coli,
quien dice que:
54.
O jovem
Meirelles, em Paris, devia fazer um quadro significativo para a cultura
nacional. Ele tinha, diante dos olhos, como referência obrigatória, o quadro de
Horace Vernet, mestre indiscutível, expusera poucos anos antes, cujo título e o
essencial do tema estavam muito próximos do projeto brasileiro. [...] Vernet
presenciara o acontecimento [...]. Essa situação, na qual um outro pintor ainda
mais de grande prestígio, era testemunha e participante do fato histórico,
introduz um aspecto suplementar na ‘verdade’ que Meirelles buscava: além da
carta de Caminha, além do estudo da natureza local, havia uma experiência
visual contemporânea análoga àquela passada em 1500, que permitia um reforço na
verossimilhança da imagem. Por todas essas
razoes, nosso brasileiro tomou-a como modelo, e dela extraiu o núcleo da sua. (COLI apud COUTO, 2008, p.168)
55.
Así,
además de recurrir a Caminha para legitimar y
otorgarle verosimilitud a su obra, también acude al ya consagrado Vernet. En la
pintura, vemos esta relación en la composición del altar. En ambas obras este
espacio parece haber sido más elaborado que en las otras misas en Cuba y
América. Además, suponen el punto más alto de la pintura y de mayor iluminación
por lo que podemos afirmar que constituyen su centro. Se encuentra sobre un
retablo con escalones, donde encima hay una mesa y esa mesa contiene la cruz,
realizada con troncos. Ambos padres que están oficiando la misa se
encuentran en la misma posición, levantando la hostia y también los dos tienen
un religioso atrás sosteniéndoles las ropas.
56.
Luego
de haber apuntado esta similitud, podemos concentrarnos en las especificidades
de la pintura de Meirelles. El altar en su caso es el
centro de una composición que parece distribuirse de manera circular. En un
círculo más iluminado y central, donde la cruz y el padre Henrique de Coimbra (c. 1465-1532) como continuación de la misma, son los elementos centrales. En este círculo
iluminado encontramos a los europeos, tanto a los conquistadores como a los
religiosos. Todo este grupo parece entender el momento que están viviendo y
actúan de acuerdo a lo que se espera, algunos de pie,
otros hincados.
57.
Alrededor
de este pequeño grupo, están los indígenas que por primera vez son
representados como mayoría. No obstante, esta mayoría no parece suponer un peligro
para la sagrada acción que ocurre en el medio de la pintura. El estudio de las
reacciones y gestos de cada uno de los indígenas representados en esta pintura
serían un gran tema para analizar, sin embargo eso nos desvaría mucho de
nuestro propósito actual, por lo que para los fines del presente trabajo, nos
interesa observar que en líneas generales, existen diversas reacciones
identificables por parte de los indígenas: asombro, indiferencia, curiosidad,
recelo, pero nunca una actitud amenazante.[8]
Por este motivo, creemos que Meirelles nos quiere
transmitir una imagen en la cual el primer contacto entre culturas diferentes
como portugueses e indígenas no estaría pautada por la violencia explícita.
58.
Por
otro lado, la naturaleza también tiene un lugar preponderante en la pintura.
Hacia el fondo aparecen palmeras, especies que no son originarias del lugar al
que remite la pintura, actual estado de Bahía, por lo que parecen estar
colocadas para reforzar un estereotipo tropical con el cual era asociado
Brasil. Porto Alegre había aconsejado a Meirelles en
esta composición del paisaje natural:
59.
Não se
esqueça de colocar algumas embaíbas que são formosas e enfeitam o bosque pelo
caráter especial de suas folhas [...] Lembre-se bem
das nossas árvores e troncos retos, carregados de plantas diversas, altas e com
coqueiros e com palmitos pelo meio, pois estes crescem à sombra dos grandes
madeiros. Pouco, mas caraterístico, mas genuínamente brasileiro. (PORTO ALEGRE
apud COLI, 1998, p. 120)
60.
Hacia
el fondo tenemos un paisaje natural exuberante con vegetación y montaña y
además se puede apreciar un horizonte costero por el cual habrían llegado los
portugueses. En la parte inferior de la pintura y sobre el margen derecho, esta
naturaleza parece estar jugando otro papel, pues los indígenas están
entrelazados en especies vegetales y los árboles lo que nos conduce a pensar
una asociación entre naturaleza e indígenas, relación similar a la que
planteaba Blanchard en su composición.
61.
Con
todos los elementos que describimos recién, esta pintura de la primera misa en
Brasil será galardonada en el Salón parisense de 1861 lo que le valdrá gran
gloria a Meirelles a su retorno a su tierra natal en
el mismo año. Posteriormente, es elegida, junto con algunas otras de sus obras,
para representar a Brasil en la Exposición Universal de Filadelfía
en 1876. Para la ya citada Franz, el gran éxito que trajo esta pintura para Meirelles y su apropiación del Brasil como un ícono oficial
de su historia responde a que:
62.
Antes
de ser produto da mente isolada de um artista, a ‘Primeira Missa no Brasil’ é
uma síntese visual do processo civilizatório de cunho nacionalista do Segundo
Império brasileiro, e Victor Meirelles de Lima foi o homem que concretizou em
forma de pintura as ideias deste projeto (FRANZ, 2007, p. 10)
63.
En
otras palabras, el éxito de esta pintura y su apropiación como símbolo oficial
de la historia nacional, responde a que Meirelles
supo entrar dentro de la lógica de lo que quería el Estado brasileño a través
de las sugerencias de Araújo Porto Alegre, por lo que podemos leer en esa
pintura la necesidad de Brasil en la década de los 1860 y sirve de ejemplo
paradigmático para apuntar la relación entre discurso oficial y narrativa
histórica visual de la pintura.
La primera misa en Chile
64.
Pedro
Subercaseaux, pintor de La primera misa en Chile [Figura 5], nace
en Roma, Italia, el 10 de diciembre de 1880.[9]
En un primer momento por las funciones políticas del padre, luego por su
trabajo y formación artística y más tarde por su vocación religiosa,
Subercaseaux realizará este recorrido transatlántico tantas veces, que le lleva
a afirmar que ha pasado un año y tres meses de su vida surcando mares
(SUBERCASEAUX ERRÁZURIZ, 1962, p. 11). Esto influenciará las lecturas que hace
sobre Chile, sobre Europa y su propia postura como mediador entre estas dos
culturas que manifestará en varias anécdotas a lo largo de sus Memorias.
A pesar de haber vivido intermitentemente en Chile, no deja de considerarse
natural de ese país y de expresar un fervoroso amor por esa patria, lo que no
hace en ningún momento al referirse a los países europeos en los que ha vivido.
65.
El
artista se ubica en el sector más privilegiado de la sociedad chilena del 900,
tanto en términos económicos como políticos y la mirada sobre su contexto, será
desde este lugar particular. Es un sujeto en continuo tránsito entre dos
mundos, el europeo y el americano, cuestión que le permite tener acceso a
diferentes universos simbólicos y culturales que acabarán influenciando su
labor artística. Por otro lado, la religión en su vida tendrá un importante
lugar, en un primer momento por la influencia familiar (destacándose sobre todo
la devoción cristiana de la madre) y hacia el final de su vida por la decisión
de dedicarse a la vida eclesiástica. Su educación artística, posibilitada por
los medios económicos familiares, será pautada por modelos clásicos de dibujo y
composición que lo harán entrar en tensión con las nuevas estéticas del siglo
XX, a las cuales mirará con cierto rechazo. Por último
a destacar, su patriotismo y amor por la República de Chile, se conjuga de
manera particular con la figura de un pintor, caricaturista y monje que en
muchos momentos se colocará más allá de todo lo que lo rodea, alternando una
actitud activa y una pasiva respecto a la sociedad chilena del cambio de siglo.
66.
Los
temas que le despertaban mayor interés para plasmar en sus cuadros eran los
relacionados al mundo militar y las “glorias” de Chile en tiempos históricos.
Más específicamente:
67.
[…] me atraían fuertemente
dos épocas de nuestra historia: la Conquista y la Independencia, por lo que
ellas representan de heroísmo y a la vez de pintoresco. Veía en ellas
magníficas ocasiones para composiciones dramáticas de intenso movimiento y
colorido. (SUBERCASEAUX ERRÁZURIZ, 1962, p. 152)
68.
Su
estilo que lo define como clásico y sus temas de interés, permiten encajar su
pintura dentro de la manera de entender un arte académico. Si bien Subercaseaux[10]
no solo pinto cuadros con temas históricos, sino que realizó retratos, pinturas
de corte costumbrista y más al final de su vida pinturas religiosas, por
ejemplo, los trabajos que le merecieron mayor reconocimiento fueron aquellos en
los que retrató los triunfos de la República chilena en tiempos pretéritos.
69.
En el
cuadro aquí analizado el propio título de la pintura nos indica que la imagen
representa la primera misa celebrada en territorio chileno. Esto, sumado a la
propia caracterización de los personajes que intervienen en la imagen, nos
remite directamente al tiempo de la invasión europea en América,
específicamente a la región del Pacífico sur de Sudamérica. Las
armaduras, los trajes, las espadas, los caballos, las lanzas y los cascos
imprimen una marcada impronta militar en la pintura.
70.
Para
tener una idea del significado histórico del momento de la primera misa en la
época de transición entre el siglo XIX y XX, recurrimos a tres obras de
historiografía de gran difusión en la época con las cuales Subercaseaux pudo
haber entrado en contacto. Éstas son el primer tomo de la Historia física y
política de Chile (1844) del francés Claudio Gay (1800-1873);[11] el
primer tomo de la Historia General de Chile (1881) de Diego Barros Arana
(1830-1907);[12] y también el primer tomo de la Historia de Chile
(1940) de Francisco A. Encina (1874-1965).[13] Las dos primeras obras mencionadas
estuvieron al alcance de ser leídas por Subercaseaux antes de pintar La
primera misa, no así la tercera. Sin embargo, en sus Memorias, Pedro
confiesa tener un vínculo con Encina y de hecho, es el
único historiador que menciona a lo largo de su autobiografía. Por otro lado,
la obra de Encina, a pesar de haber tenido enorme difusión fue acusada de ser
plagio de la obra de Barros Arana generando una gran polémica en la época. Sin
entrar en la discusión sobre la veracidad de las acusaciones, la similitud de
las obras que podemos decir que tienen, pueden indicarnos una continuidad de
ciertas ideas a lo largo de las décadas que atraviesan la publicación de Barros
Arana, la pintura de La Primera Misa y la Historia de Chile de
Encina.
71.
Ninguna
de estas publicaciones refiere a la primera misa realizada en Chile,
pero si narran la expedición de Diego de Almagro (c.1475 -1538), desde el Cuzco
hacia más allá de los límites del imperio inca en el sur, donde se enmarca la
primera celebración cristiana en el actual territorio chileno.
Subercaseaux también realizó pinturas de otros momentos de esta expedición[14].
72.
La
historia de Chile para los tres autores mencionados,
tiene como punto de partida la expedición de Almagro y tiene pocos
antecedentes. Encina destacará apenas el pasaje de Hernando de Magallanes (1480
– 1521) en 1519, siendo el “primer europeo que pisó el territorio que más tarde
debía formar la provincia de Chile” (ENCINA, 1940, p. 137). Los indígenas de la
región, irán apareciendo en estas narrativas a medida
que los conquistadores van pasando por sus regiones, sin ningún tipo de
historia propia, salvo los Incas. Encina, Barros Arana y Gay coinciden al
afirmar que la expedición del Almagro salió de Cuzco y que fue motivada por las
disputas de poder que mantenía éste con Francisco Pizarro (1478 – 1541) y sus
hermanos sobre la jurisdicción de sus respectivas gobernaciones en territorios
recién conquistados. Pizarro habría alimentado la ambición de gloria de
Almagro, incentivándolo a partir hacia una lejana empresa, para así quedar como
única autoridad en la región de los Andes centrales.
73.
La
travesía es el punto más crítico de toda la expedición para los tres
historiadores. Sin embargo, no se mantendrá esta sensación en lo restante del
viaje de las huestes de Almagro. Al llegar al valle de Copiapó, primer punto de
descanso luego de la difícil travesía, una nueva esperanza aparecerá.
Encontrarán alimentos, el clima se volverá más amigable y las expectativas de
los españoles resurgirán. Este valle representa un punto de inflexión en la
expedición, luego de las penurias que vivirán en la cordillera, el camino se
tornará fácil de transitar. De esta manera, existe un discurso encontrado en
las entrelíneas que quiere destacar la valentía de estos soldados (apenas de
ellos, no de los indígenas o negros que iban junto a ellos) que pudieron
sortear los obstáculos que la naturaleza les imponía por alcanzar sus
objetivos. La esperanza se mantendrá poco tiempo más, ya que cuando descubren
que la región en la que están no es abundante de oro y plata como los incas
afirmaban, comienzan a pensar en emprender el retorno hacia los Andes centrales
o Perú, como es llamado por los historiadores, lo que solo se concretará cuando
este destruido objetivo material se entrelace con las pretensiones políticas de
Almagro.
74.
Esta
llegada a Copiapó y el valor que le otorgan los conquistadores, según los
historiadores, es particularmente interesante para este trabajo, pues en esta
región se habría celebrado la primera misa en territorio chileno durante este
tránsito expedicionario de Almagro en el año 1536.
75.
Si
bien la misa no se menciona, en diferentes pasajes encontramos que la religión
cristiana tenía un lugar importante dentro de la conquista. Ya mencionamos que
Encina destaca la presencia de religiosos de la Orden de las Mercedes en el
conjunto de personas que parten desde Cuzco. También Barros Arana se encarga de
destacar la faceta espiritual de la conquista y al respecto coloca que:
76.
Los conquistadores españoles del siglo XVI estaban
profundamente convencidos de que desempeñaban una misión divina […] cuando
vacilaban en la elección del camino que debían seguir, celebraban misas y
oraciones para que Dios los iluminara. (1940, p. 156)
77.
Además
de la obtención de riquezas, su objetivo sería la propagación de la fe y debido
a ese elevado objetivo, el Papa autorizaba y amparaba la empresa. No obstante,
Barros Arana denuncia que la causa santa no era más que una fachada para ganar
provecho individual, ya que los españoles cometían crímenes, asesinatos, robos
y un sinfín de acciones violentas con tal de saciar su ambición terrenal. Así
Dios era invocado como el motivo de la campaña, pero las acciones distaban
mucho del discurso. Podría ser que esta arremetida de Barros Arana contra la
religión y la Iglesia como institución, sea consecuencia de su postura política
liberal y su defensa de la laicidad (BIBLIOTECA NACIONAL DE CHILE, 2015b).
Apenas para hacer un contrapunto, recordemos que Subercaseaux tiene una postura
conservadora que dista de esta visión.
78.
La
llegada a Copiapó también se destaca porque es presentada como la entrada a
Chile por parte de los conquistadores. Es decir, los historiadores parten de
los límites de los Estados nacionales de su época para poder enmarcar la
historia que están escribiendo. Así, cometen el deliberado anacronismo de
considerar el pasaje de la cordillera como el pasaje entre Argentina y Chile.
Respecto a este episodio, Barros Arana afirma “allí [en la cordillera] los
esperaban nuevos sufrimientos antes de penetrar en la deseada tierra de Chile”
(1999, p. 141). Encina, al referir un a un episodio de castigo
ejemplarizante a un indígena menciona: “Almagro inició su entrada a territorio
chileno con un acto de justicia y sagacidad política” (1940, p. 154) El Estado
del siglo XIX aparece con el nombre que le fue dado posteriormente por
sinécdoque, ya que Chile denominaba apenas una pequeña parte del territorio que
no llegaba en el siglo XVI a referir a la región de Atacama donde se encuentra
Copiapó.
79.
Pasando
al análisis de la pintura de Subercaseaux, vemos que la escena está organizada
de tal manera que el centro de la misma es el altar de
la celebración. La centralidad también está dada por el frondoso árbol que se
impone por detrás del espacio construido para la misa. Este verde árbol, nos da
la altura de la imagen y actúa como eje articulador de la misma, pues abre la
escena para que el observador se incorpore a la misa. Si seguimos la vertical
trazada por el árbol, vemos que en su base se encuentra el punto más iluminado
de la pintura y que la disposición de los cuerpos en la misma se coloca de tal
manera que queda abierto un camino por el cual transita la mirada del
observador para llegar al altar. En el extremo de ese sendero, un hombre nos
instiga con su mirada enigmática incorporándonos definitivamente en la escena.
Este diálogo tan explícito con el observador, no lo habíamos visto hasta ahora
en otras primeras misas, en las cuales el asistente quedaba por fuera de celebración,
siendo espectador extraño a la situación. Con el camino, la luz y la mirada
instigadora del conquistador, Subercaseaux nos invita a participar de uno de
los momentos “inaugurales” de Chile.
80.
El
papel de la naturaleza en esta pintura, se asemeja a
la naturaleza pintada por Bouchet para el caso bonaerense, como se verá a
continuación. Cumple la función de situar - a orillas del Plata o al pie de los
Andes -, de colocarle un escenario realista a la celebración y de reforzar el
momento como punto de inflexión de la expedición. Por este motivo, la
naturaleza de la misa de Subercaseaux si se destaca, pero no tiene el papel
protagónico que tiene la naturaleza de Blanchard por
ejemplo, donde ésta parecía ser un personaje más de la composición.
81.
De
manera general, distinguimos seis grupos de personas. En primer lugar, en el
altar-centro, encontramos al padre encargado de la misa y a un religioso
acomodando los elementos de la mesa de la celebración. Por delante de ellos y
en una posición privilegiada, encontramos a tres hombres, dos religiosos y un
militar. El tercer grupo lo identificamos en el grupo de conquistadores que
quedan hacia la izquierda del eje trazado por el árbol, y el siguiente, es el
grupo de conquistadores que quedan del lado derecho. Hacia la derecha de la
pintura, vemos en un plano de fondo de la misma, una
multitud de individuos indeterminada con lanzas y caballos. Por último,
una figura no es pasible de ser agrupada en ninguno de los conjuntos recién
mencionados, este es el indígena que identificamos en el margen derecho de la
composición. El propio origen étnico del hombre, nos conduce a pensarlo de
forma separada al resto.
82.
La
floreciente naturaleza, se encuentra en un segundo plano, a pesar de imponerse
el árbol por detrás del altar. Del suelo que pisan los conquistadores, asoma el
pasto, el cual parece estar creciendo luego de un período de en el que se
entiende que no estuvo allí. Esta cuestión, nos indica un renacer e incluso una
época primaveral de resurgimiento progresivo de la naturaleza. Hacia el fondo,
árboles de especies indeterminadas se asoman colocando un verdor a la escena y
por detrás de ellos, un relieve montañoso se insinúa tímidamente por detrás de
la presencia humana. Por la localización que nos brinda el título, la primera
asociación que viene en mente es que estas montañas representarían la
cordillera de los Andes, espina dorsal de la geografía chilena.
83.
Retomando
algunas ideas que colocamos de Tomás Pérez Vejo (2007) al comienzo del texto,
vale destacar que en una pintura importan tanto las cuestiones que se
representan como las que no. En la misa de Subercaseaux tenemos grandes
ausentes que la historiografía trabajada nos permite advertir: estos son los
negros y los indígenas que tanto Gay, Encina y Barros Arana mencionan ¿Por qué?
Los sujetos africanos o afro descendientes no aparecen
ni siquiera a través de elementos que puedan remitir a ellos y los indígenas no
aparecen con la magnitud que la historia escrita los representa (15 mil
personas). Aparece apenas uno, un hombre, sobre la derecha de la pintura, que
apenas observa lo que está ocurriendo. No es representado realizando ninguna
acción ni interviniendo en la escena, solamente mira. Su representación es un
enigma, que podemos intentar arrojarle luz si lo comparamos con los otros
indígenas en las otras pinturas de misas y también con otras pinturas del
propio Subercaseaux que representan momentos del mismo proceso de conquista
liderado por Almagro.
84.
Al
comparar con las otras primeras misas, vemos que al indígena de Subercaseaux
nadie lo guía ni le enseña como en el caso cubano o argentino. Tampoco se
confunde con la naturaleza ni se encuentra en un grupo mayor, como en el caso
de la pintura de Blanchard y la de Meirelles al
respecto de Brasil. Apenas observa, solo. Además, a diferencia de otros casos
de misas, como el brasileño por ejemplo, la relación
que retrata la primera misa no es de primer contacto: los indígenas venían en
la propia expedición conquistadora.
85.
La
llamada “Pacificación” de la Araucanía de finales del siglo XIX, es decir, el
exterminio y despojo de tierras indígenas a los indígenas que habitaban al sur
del río Biobío por parte de la República de Chile, se
fundamentaba en un discurso civilizatorio donde el indígena estaría lejos de
ese ideal. Esta cuestión perdura a lo largo de por lo menos dos décadas, ya que
en las celebraciones del Centenario (1910) el mismo discurso se encuentra
presente y atraviesa la pintura de la misa. De esta manera, y en coincidencia
con el discurso de progreso y civilización imperante en la época, Subercaseaux
pudo haber optado por realizar apenas una mínima representación del indígena,
advirtiendo sobre su presencia pero sin ninguna
agencia.
86.
Pensando
esta misma cuestión en relación a otras pinturas
históricas chilenas que pudieron ser referencia para Subercaseaux, Josefina de
la Maza advierte que Pedro Lira (1845 – 1912) en La fundación de Santiago (1888),
también había reducido al mínimo el elemento indígena. Lira, en su pintura -
que sin duda era conocida por Subercaseaux por la gran repercusión que tuvo –
representó apenas un cacique - Huelen Huala, - cuando
la historiografía apunta la presencia de más sujetos:
87.
La versión de Claude Gay -
ampliamente conocida en la década de 1880 - es un buen ejemplo. En este relato,
[…] se mencionan a varios caciques participando de la negociación de la tierra.
En su versión, Pedro Lira ha optado por minimizar la presencia indígena,
introduciendo a Huelen Huala como la única “voz
india” (DE LA MAZA, 2013, p. 3)
88.
Además
de confirmarnos la presencia y difusión de la obra de Gay que ya hemos citado,
de la Maza nos permite pensar en una tradición pictórica que trata sobre
momentos fundacionales que, si bien no se anula la presencia indígena, la
reduce al mínimo posible, contrariando a las propias informaciones disponibles.
89.
Otra
gran ausencia de la pintura - y también de la historiografía – que percibimos a
partir del ejercicio comparativo, es la mujer o elementos que remitan a lo
femenino. Mientras que con Meirelles y con Blachard veíamos representaciones de indígenas, tanto
hombres como mujeres en un entrelazamiento con la naturaleza, con Bouchet la
mujer indígena cumplía un rol más alegórico, como analizaremos a seguir. En
cualquiera de esos casos, la mujer tenía un lugar dentro de la narrativa visual
construida. Tal vez la propuesta de Subercaseaux sea destacar la
virilidad de los conquistadores como militares en una odisea que implicaba
fortaleza física, discurso en el cual lo femenino no tendría cabida
La primera misa en Buenos Aires
90.
La
Primera Misa en Buenos Aires,
pintada en 1910 [Figura
6], es la última dentro del
grupo de imágenes elegidas. Su autor, José Bouchet nació en 1853 en Pontevedra,
España y falleció en 1919. A los doce años de edad se
traslada a Argentina, donde vivirá la mayor parte de su vida. Comenzó sus
estudios de pintura junto a Juan Manuel Blanes (1830-1901), pintor que gozaba
gran prestigio en esa época en la región del Río de la Plata. En 1875 consigue
la ciudadanía argentina, que oportunamente le permite obtener una beca del
gobierno de la provincia de Buenos Aires para estudiar en Florencia.
91.
Finalizando
la primera década del siglo XX, Argentina estaba con los preparativos para el
Centenario de la Revolución de Mayo de 1810. En este
momento, Buenos Aires se estaba afirmando en cuanto capital federal de la
nación, además de estar pasando por un proceso de modernización de
infraestructura, permitida por una relativa prosperidad económica de la ciudad.
En este contexto, Buenos Aires utiliza el marco del Centenario para emprender
la construcción simbólica de la ciudad como embrión de la nación Argentina, es decir, se quiere colocar como articuladora
central de la narrativa oficial, teniendo como pauta la proyección de una
ciudad civilizada y moderna.
92.
Por
otro lado, la inmigración masiva de las últimas décadas generaba un desafío
para la cuestión nacional: ¿cómo integrar? Argentina comenzará a incorporar en
su discurso del Centenario, elementos que durante el siglo XIX había negado y
que ahora retomaba como base para la idea que quería proyectar de nación, esto
es, las raíces hispánicas y la Iglesia Católica. Si bien este discurso
pretendía ser inclusivo por un lado, por el otro
también funcionaba como un dispositivo de exclusión, pues no debemos olvidar
que hacía poco tiempo se había llevado adelante la llamada “Conquista del
Desierto” (1878-1885), con el objetivo de tomar el control efectivo sobre el
territorio al sur de Buenos Aires pasando por encima de los indígenas
habitantes de ese lugar. Más adelante, veremos como en la pintura de Bouchet
podemos hacer una lectura sobre la funcionalidad de esta narrativa visual para
el discurso oficial.
93.
En
este contexto entra el encargo hecho a Bouchet para realizar una pintura con
estas especificidades.[15] Así, en 1910, el pintor exhibe La
Primera Misa en Buenos Aires, especial conjunción de un pasado español y
que otorgaba a Buenos Aires el papel de eje articulador nacional justificado en
este bautismo fundacional.
94.
En la
pintura de Bouchet, luego de ver las otras primeras misas ya comentadas, vemos
que el papel de la naturaleza no desempeña el mismo rol que en las otras. Aquí
vemos poca vegetación - apenas un árbol - y un río, que suponemos que sea el de
la Plata, que al fondo se asoma ubicándonos en las costas de la ciudad ahora
portuaria. En este caso, la naturaleza ya no parece ser más un personaje
central, como en las otras misas, sino que, como fue mencionado anteriormente,
aparece como un telón de fondo para ubicarnos en un lugar reconocible, que
además ya es informado de antemano por el nombre. De esta manera, la
atención del observador se centra en la actividad humana.
95.
Otra
diferencia sustancial del caso bonaerense en relación al cubano, americano,
argelino o brasileño, es la organización horizontal de
la composición. La narrativa propuesta se lee, desde la derecha hacia la izquierda,
pautada por el hito fundacional de la ciudad y por el altar improvisado donde
el padre Juan de Rivanedeira realiza la misa. Lo
siguen un grupo de hombres que concentran su atención en la actividad de la
derecha. Entre esos hombres, se encuentra a quien identificamos como Juan
de Garay (1528-1583), por su soberbia pose y jerarquía entre los diferentes
hombres. Garay es considerado el que llevó adelante y fundó por segunda y
definitiva vez la ciudad de Buenos Aires en 1580. Detrás de Garay se encuentran
los distintos hombres que colaboraron para dicho propósito, algunos de estos
con vestimentas más humildes que en las misas que vimos anteriormente.
96.
Una
parte de la pintura llama poderosamente la atención. Esta se ubica en el primer
plano de la escena y tiene como protagonistas a una indígena y a un español.
Esta indígena, que es sin lugar a dudas una mujer,
está sentada en el piso en una posición de pasividad y recibiendo explicaciones
de un europeo que amablemente le parece estar expresando lo que está
aconteciendo, en una actitud similar a la que Vermay
le coloca a Diego Velázquez de Cuellar. Esta parte de la pintura, la
relacionamos con el emprendimiento del Estado argentino de despojo de tierras
indígenas y con una proyección de sumisión de éstos. En otras palabras, el
indígena que debe ser incorporado es aquel sumiso y pasivo que recibe instrucciones así como lo hace la mujer de la pintura.
Es destacable, que el indígena colocado en este cuadro como metáfora sea una
mujer. Esto no es casual, ya que convencionalmente la mujer ha sido
tradicionalmente colocada como símbolo de pasividad y sumisión, lo que vemos en
esta tela en su posición (sentada en el suelo) y su actitud (escuchando sin
cuestionar). Por otro lado, la religión aparece en esta pintura como el
elemento de integrar el indígena a esta sociedad en formación, pues a esta
mujer no se la está excluyendo sino que el europeo que
le explica, la está integrando. Además de que la mujer es la encargada de
cuidar de la educación de los hijos, luego de su formación religiosa.
97.
De
esta manera concluimos nuestro recorrido por las primeras misas, con el caso
bonaerense. En esta pintura pudimos ver otra vez la conjunción de lo
político-militar con la religión, como momento sublime de fundación de un espacio
por parte de los europeos. El caso de Buenos Aires en particular nos permite
una reflexión en torno al uso del indígena como alegoría, al papel de la mujer
en la representación de este tema y a los diferentes papeles desempeñados por
la naturaleza en la composición pictórica. Asimismo, podemos ver por la fecha
que el tema tiene un interés de larga duración, por lo menos desde 1826 con Vermey hasta 1910 con Bouchet, pasando por un número
considerable de pintores. El hecho de que haya sido un encargo para la
celebración del Centenario de la Revolución de Mayo nos permite ver también que
no solo importa para fines pictóricos, sino que los Estados continúan a
interesarse por el tema, es decir, continúa siendo vigente.
Algunas consideraciones
98.
Luego
de haber transitado por varias pinturas, concebidas y ejecutadas desde
distintos espacios, pudimos extraer de su análisis y comparación algunos
elementos para la reflexión. Si bien todas las pinturas tienen planteos
diferentes, algunos elementos son constantes por más que no sean representados
de la misma manera.
99.
En
primer lugar indiscutible debemos tener en cuenta un
momento en particular de comunión entre culturas diferentes. Si hay conflicto,
no hay conflicto, si es armónico o violento dependerá de cada desarrollo en
particular y de varios factores que convergirán en la pintura. Sin embargo el asunto del contacto cultural en torno a la misa
se desprende del análisis como categoría de reflexión.
100.
En el
mismo sentido, la misa actúa como espacio sagrado de unión y de comienzo. De
unión en el sentido que se acaba de mencionar, sin adjetivar de qué tipo se
trata y de comienzo porque estas pinturas remiten a un momento primordial
particular. Podría decirse que el de la fundación espiritual de un espacio de
alguna manera abalará el transcurso de la historia de ese lugar en un sentido
religioso. Como comentamos en la primera parte, la pintura de historia con el
tema misa como instrumento pedagógico dirigido a la ciudadanía, transmite un
mensaje de legitimidad de la propia construcción nacional haciendo referencia a
la religión.
101.
Este
apelo a la religión cristiana y al hecho de que todas las pinturas sin
excepción poseen como sujeto destacado a un representante de la Iglesia
Católica europeo y masculino, nos dan cuenta de una perspectiva eurocéntrica de
la pintura que no puede dejarse pasar. Este eurocentrismo a nivel de la
representación y a nivel de los diferentes recorridos de la pintura y los
pintores, debe ser entendido contextualmente. De esta manera queremos
problematizar especialmente el caso de los artistas latinoamericanos, es decir,
Meirelles, Subercaseaux y en alguna medida también
Bouchet, tomando como referencia, tal y como se hizo en la
primer parte del trabajo, de Maria Ligia Prado
Coelho.
102.
Otra
categoría para reflexionar es la de la naturaleza. En algunas obras tiene más
protagonismo que en otras, sin embargo, siempre existe una referencia a
ella. Se torna especialmente crucial la observación de ésta cuando se
relaciona directamente a la población nativa, ya que tiene connotaciones
políticas y sociales indiscutibles y son consecuencia muchas veces del
eurocentrismo latente.
103.
Por
último, es importante destacar la presencia femenina en la pintura de misas.
Sobre todo en el caso de Bouchet, la mujer parece
tener un sentido alegórico. No obstante, no siempre aparece representada una
mujer ni una asociación directa a elementos femeninos, por lo que la ausencia
también debe ser un factor de análisis.
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______________________________
[1] Principalmente
los países que habían sido ex colonias españolas, de
forma general y sin detenernos en casos particulares, intentaron alejarse del
pasado ibérico colonial en sus primeros momentos de organización
nacional. Ya en un período más cercano al siglo XX, con la retomada de
relaciones comerciales con España, los festejos del IV Centenario del
Descubrimiento de América en la Península Ibérica y los festejos de los
Centenarios de la Independencia en Latinoamérica, comienza a aparecer un nuevo
sentimiento hispanista en América.
[2] Para
citar ejemplos en concreto, en primer lugar Nicolas Shumway
en A invenção da Argentina, trata el trabajo
de traducción de Mariano Moreno, personaje
ligado a la Revolución de Mayo, en la primera edición argentina de El
Contrato Social de Jean Jacques Rousseau. Con esto, Moreno perseguía el
objetivo de esclarecer el pueblo, de educarlo bajo la impronta iluminista
francesa (SHUMWAY, 2008, p. 58). Por otro lado, en 1960, un artista plástico
chileno, Sergio Montecino Montalava afirma que “Hay
en nuestra pintura, ciertamente, una fuerte influencia europea, que proviene
especialmente de Francia, como ocurre en casi todos los países latino americanos […]” (1960, p.158) Si bien no concordamos
con la idea de influencia colocada por Montecinos, es importante en ese
momento entender a ese referencial europeo, francés.
[3] Se
entiende pintura académica como aquella que sigue las directrices formales de
una Academia que imparte enseñanza artística y que profesionaliza la carrera de
pintor. Ver:
PEREIRA, Sonia Gomes. Arte Brasileira no século XIX. Belo
Horizonte: C/ Arte, 2008.
[4] Respecto a las grandes
proporciones de las pinturas de historia, Walter
Pereira nos dice que: “o tamanho era fruto da ambição narrativa e imaginária da
representação pictórica do passado, em uma escala que reafirmava sua
importância e de seu campo simbólico” (PEREIRA, 2012, p. 97).
[5] Fue el primer gobernador de Cuba entre 1465 y 1524.
[6] El
concepto de Edward Said, orientalismo, refiere, entre otras cosas a una
manera determinada de concebir y mirar hacia Oriente que acaba convirtiéndose
en un estereotipo de la alteridad localizada en un determinado espacio
geográfico, cuestión que se ve reflejada en las representaciones pictóricas, en
la literatura, en los estudios académicos, etc.
[7] Caminha había sido el escribano portugués
de la flota de Pedro Álvarez Cabral (1468 – 1520),
quien llegó a las costas del actual Brasil en nombre de la Corona
Portuguesa en el año 1500. El escribano redactó una carta-documento
dirigida al rey Don Manuel I, con gran proeza
literaria, relatando los sucesos ocurridos en la llegada de los portugueses a
las costas brasileñas.
[8] En
el artículo de CHRISTO, Maraliz C. V. Heróis imóveis
na pintura indigenista da América Lartina. In: Anais do XXX Colóquio CBHA,
Rio de Janeiro, 2010.p 354- 363. Disponible en: <http://www.cbha.art.br/coloquios/2010/anais/site/pdf/_completo2010copia.pdf> la autora analiza la condición de inmobilidad en la cual los indígenas son representados en
la pintura de historia de América Latina, sin ofrecer peligro alguno al evento
de la acción colonial europea.
[9] Fue el primer hijo de Amalia Errázuriz y Ramón Subercaseaux,
representantes de una rica y tradicional familia de la élite chilena. Su padre
estaba cumpliendo misiones diplomáticas en esta región de Europa al tiempo de
su nacimiento. A los pocos meses de vida, la familia se traslada a Chile. Los
primeros años de su vida, los vive alternadamente entre Santiago, Roma, París,
Berlín y un colegio religioso inglés, en Douai (norte
de Francia). Por este motivo, aprenderá varias lenguas, convivirá con
diferentes estilos de vida y entrará en contacto con diversas manifestaciones
artísticas. También recorrerá Tierra Santa y el norte africano. De adulto
joven, vemos que Subercaseaux se establece en Chile por más que se mantenga con
sus tránsitos hacia Europa, sin esta vez vivir allí por tiempos prolongados como
en su infancia y adolescencia. Hacia la segunda década del siglo XX,
Subercaseaux decide convertirse en monje benedictino y se instala en una abadía
inglesa durante varios años, hasta que, en los últimos tiempos de su vida
vuelve a Sudamérica definitivamente para ser el fundador de la orden de San
Benito en tierras chilenas, donde pasará los últimos tiempos de su vida, siendo
un pintor y religioso muy respetado por sus contemporáneos. Fallece en
Santiago, en enero 1956, a los 75 años de edad.
[10] Además
de haberse hecho conocido como pintor, Subercaseaux tuvo un importante trabajo
como caricaturista a principios del siglo pasado en revistas como Zig-Zag, Pacífico Magazine
por ejemplo. Esta producción visual “menos seria” la realizaba bajo el
pseudónimo Lusting. Se destaca por haber creado el
primer cómic chileno, Las aventuras de Von Pilsener, caricatura de un alemán en Chile.
[11] Claude
Gay fue naturalista francés que aceptó en la década de 1830 la misión de
realizar una expedición científica por el territorio chileno, impulsada por el
gobierno de aquel país, para describirlo a partir de su geografía, sus especies
animales y vegetales, su población y su historia. De aquella expedición surge en
la década siguiente la Historia física y política de Chile, cuyo primer
tomo dedicado a la Historia se publicó en Europa en 1844 y hasta 1871 continuó
publicando volúmenes bajo el mismo título, totalizando 29 tomos dedicados a la historia, botánica, geografía, zoología,
agricultura, documentos históricos.
[12] Barros
Arana fue un importante historiador chileno y figura pública de la política y
la educación en la segunda mitad del siglo XIX. Su Historia General de Chile
consta de 16 volúmenes y fue escrita y publicada entre 1881 y 1902. Fue una
obra de gran difusión en su época.
[13] Francisco
Encina fue también un historiador, político y abogado chileno. Su Historia de
Chile fue una obra muy vendida y también muy polémica por las denuncias de
plagio de la obra de Barros Arana. Por ella, llegó a ganar el Premio Nacional
de Literatura en 1955.
[14] Las
pinturas son: “Expedición de Almagro a Chile” (1907) e “Descubrimiento de Chile
por Almagro” (c.1918).
[15] Al
respecto de esto, Scapol (2014) afirma que la pintura
fue producto de una petición y no de la simple voluntad de Bouchet, sin embargo no nos especifica quién o que demandaba la creación
de esta imagen. A pesar de ello, sugiere que habrían sido sectores
aristocráticos ligados al Centenario de la Revolución de Mayo y por ese motivo,
ligados al poder gubernamental.